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Roa Bastos Augusto

(comp.) Justo Fernández López

Historia de la literatura hispanoamericana

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AUGUSTO ROA BASTOS

SEMBLANZA

Augusto Roa Bastos (Paraguay, 1917-2005), uno de los grandes narradores latinoamericanos del siglo XX. Se le considera adscrito al realismo regionalista, aunque sus obras, por su claro trasfondo simbólico, superan claramente ese marco. Es uno de los representantes del realismo mágico comprometido, junto a Miguel Ángel Asturias y Alejo Carpentier.

Nació en Asunción (Paraguay) y pasó su infancia en el pueblo de Iturbe. Fue testigo de la revolución de 1928, trabajó como voluntario en el servicio de enfermería durante la etapa final de la guerra del Chaco (1932-1935) contra Bolivia, y, sin afiliarse a partido alguno, fue poniéndose al lado de las clases oprimidas de su país.

En 1947 tuvo que abandonar Asunción, amenazado por la represión que el gobierno desataba contra los derrotados en un intento de golpe de Estado, y se estableció en Buenos Aires, donde sobrevivió con trabajos muy diversos y dio a conocer buena parte de su obra.

Otra dictadura lo obligó en 1976 a abandonar Argentina para trasladarse a Francia y enseñar literatura y guaraní en la Universidad de Toulouse le Mirail.

En 1982, tras un breve viaje a su país, fue privado de la ciudadanía paraguaya, y se le concedió la española en 1983. En 1989 fue galardonado el Premio Cervantes. Roa Bastos falleció en Asunción el 26 de abril de 2005.

En sus narraciones Roa Bastos ha insistido en la recreación de momentos y personajes de la historia de su país, enriquecidos a veces con ingredientes autobiográficos y referencias complejas a la condición del propio discurso narrativo. También escribió varios guiones cinematográficos.

Novelas

Hijo de hombre (1960), novela que hizo al autor mundialmente famoso. Considerada una obra fundamental de la literatura latinoamericana, forma parte de una trilogía que se completa con Yo el Supremo (1974) y El fiscal (1993). El autor publicó una nueva versión en 1993.

La novela repasa un período de la historia de Paraguay (desde principios del siglo XX hasta la Guerra del Chaco) a través de la forma de vida de los pueblos rurales, rescatando las tradiciones y la lengua de sus habitantes, que alternan el español con el guaraní. El propio Roa Bastos pasó sus primeros años en Iturbe, donde adquirió ambos idiomas. La estructura de la novela es compleja por cuanto que la narración se alterna entre dos localidades, Itapé y Sapukai, ya sea en el mismo pueblo o en sus residentes; además de que se producen frecuentes saltos temporales entre un capítulo y otro, siendo reconocibles por la mención o aparición de personajes aparecidos anteriormente.

Los Congresos (1974). «Yo te confieso que más bien detesto el acto de escribir. Me cuesta muchísimo hacerlo. Pero no dispongo de otro instrumento para atacar la irrealidad inhumana en que me toca vivir más que el instrumento de la palabra. En mi caso particular, la palabra escrita es la manifestación flagrante de mi impotencia, de mis limitaciones, de mis contradicciones pequeñoburguesas. En esta crisis de conciencia con la literatura pasé más de diez años sin escribir una sola línea. Nada grave pasó en el mundo. Y sería interesante ver qué pasa si todos los escritores del mundo se estuvieran un solo año sin escribir una sola línea en una especie de asamblea  planetaria de ágrafos. Este es, precisamente, el tema de una novela inconclusa titulada Los Congresos, anterior a Yo El Supremo, y que es la práctica de ese silencio. No es una alegoría (no me inspiran respeto estos trucos retóricos). Es una historia muy real. Entre montañas de libros, un hombre, un primer hombre se pone a escribir de nuevo y encuentra, sin saberlo, sin sospecharlo siquiera, el lenguaje que el invento de Gutenberg despojó a la humanidad antes siquiera de que hubiese podido poseerlo. Esta especie de Robinson de las Nuevas Escrituras produce una revolución cuya clave es el mito central de la novela.

En fin, no adelantemos demasiado las cosas. Ya hay mucho terrorismo en el mundo. La falta de literatura -aunque sea temporaria- puede resultar fatal. Y éste es un crimen que no se puede cometer ni siquiera literariamente. Lo viejo que debe morir y lo nuevo que debe nacer, es decir, lo que ya no exista y lo que no existe todavía, se darán de todas maneras con sus propios signos.» [Entrevista de Alain Sicard a Roa Bastos]

Yo el Supremo (1974) novela publicada cuando Roa todavía vivía exiliado en Buenos Aires. Se la considera una de las obras cumbre de la literatura en español. Destaca especialmente por su construcción literaria y el juego morfológico-sintáctico que posee, además de la utilización matizada de elementos históricos y ficticios para el desarrollo de la narración. Esta se desenvuelve a través de una sola voz protagonista. El resto de voces son visiones y puntos de vista históricos del mismo autor. Por ello, cuando Roa habla de «Yo el Supremo», hace referencia a sí mismo en la perspectiva del dictador.

Como «El Supremo», era conocido el abogado, revolucionario y dictador perpetuo de la República de Paraguay, José Gaspar Rodríguez de Francia, quien gobernó primero en triunvirato en 1811, en consulado a partir de 1813, y como magistratura unipersonal desde 1816 hasta su fallecimiento, acaecido en 1840. La novela refleja los aspectos más negativos de su mandato. Es una obra demandante, pues en ella se subrayan la injusticia y la dureza del dictador.

La obra constituye una lúcida reseña histórica de la vida política del dictador supremo paraguayo a lo largo de sus veintiséis años de mandato, en los que se fraguó un mundo de injusticia, explotación, racismo, penurias, persecución y muerte; así como un sentimiento popular escindido entre el deseo de rebelión y el estoicismo perseverante.

La obra destaca por ofrecer una visión más realista de lo habitual en el género de la "novela de dictador" latinoamericana. Retrata la figura de Rodríguez de Francia sin demonizarla, con datos verosímiles. Supone un claro ataque al autoritarismo, una denuncia de la represión que se vivió en el país y una crítica al poder. Se relata la historia del doctor Francia desde el punto de vista de las víctimas de su régimen, sirviéndose de las anotaciones recabadas en su Cuaderno privado. A lo largo de sus páginas aparece el mundo irreal en que vivió José Gaspar Rodríguez de Francia, cuyo poder alejó a la naciente república de las libertades y acabó con la población criolla y peninsular.

El sonámbulo (1976). Los escritos de Augusto Roa Bastos sobre la Guerra de la Triple Alianza, de la Triple Infamia, como le gustaba nombrarla a él, son los textos menos conocidos y promocionados de su obra. Sin duda, “El sonámbulo”, es el más emblemático. En este caso, no eligió a un narrador Supremo, como Francia, sino a un antihéroe, lo que le resta grandilocuencia épica, pese a vivir y sufrir hasta el final uno de los frentes de batalla mas terribles de la historia de América, y del mundo.

Silvestre Carmona, El Sonámbulo, estuvo hasta el final trágico de Cerro Corá, después de recorrer toda la tragedia de la Guerra, herido y capturado, convertido e paria durante la posguerra, enfrenta el juicio contra López, contra el Fiscal.

Parte de la obra está dedicada a otro celebrado dictador paraguayo, Francisco Solano López, que pereció junto con casi todos sus connacionales durante la devastadora guerra librada a mediados del siglo XIX contra Argentina, Brasil y Uruguay. Roa Bastos convirtió posteriormente a El sonámbulo en una novela, titulada El fiscal, que se publicó en 1993.

Vigilia del Almirante (1992). Escrita desde el lado del nuevo mundo descubierto por Colón, repleta de sorpresas literarias e históricas, Vigilia del Almirante plantea una reivindicación del universo indígena que el propio navegante reclama para los habitantes primitivos.

"Es realmente una obra de crítica histórica en la forma de una novela no sobre el descubrimiento de América, sino sobre el encubrimiento que inició: el tendido de un velo sobre todo un continente, ocultando lo que allí había realmente. Por supuesto, él no sabía mucho sobre América. Murió sin saber que había descubierto un nuevo continente".

Con una tripulación de mala muerte (charlatanes, lugartenientes codiciosos, presidiarios sin otra suerte que su deseo), el Almirante parte del Puerto de Palos y llega... a estas páginas. Este libro trata el pasado de las memorias, el presente del descubrimiento y el futuro de las profecías. Como en los altos momentos de la vida, lo imposible no existe: la geografía adquiere los contornos de un cuerpo anhelante, audaz, los vientos hablan, los marinos se dirigen al mito amenazados por la sombra del precursor y el relato discurre con un ritmo que parece sobrenatural. Cipango y las Once Mil Vírgenes, el Caballero de la Triste Figura y la Reina Alférez del Ajedrez, los Reyes Católicos y la Gramática de Nebrija, Comala y unos versos de Vallejo convergen: Europa y América encuentran en las voces de Vigilia del Almirante la plenitud asombrosa de su delirio. La mayor parte de la novela consiste en la narración de Colón desde su nao Santa María; los últimos capítulos constituyen reflexiones desde su lecho de muerte.

Para Augusto Roa Bastos es importante caminar "el camino inverso de la historia", ir "del futuro al pasado". Al final el lector se queda confrontado con un Colón descontento con su vida y con una historiografía abierta a cambiarla: "A mí sólo me tocó vivirla. A los narradores les tocará revivirla, que es la parte más engorrosa y difícil de la obsesión de narrar".

Ajena a todas las trampas, esta obra de Roa Bastos rechaza la vocación fácil del narrador acreditado, funde las experiencias del que vive la aventura y del que la escribe y solo se deja definir en las palabras de su autor: "Este es un relato de ficción impura, o mixta, oscilante entre la realidad de la fábula y la fábula de la historia. Su visión y cosmovisión son las de un mestizo de "dos mundos", de dos historias que se contradicen y se niegan. Es por lo tanto una obra heterodoxa, ahistórica, acaso antihistórica, antimaniquea, lejos de la parodia y el pastiche, del anatema y la hagiografía".

El fiscal (1993). Félix Moral es un escritor paraguayo obsesionado con el magnicidio de Stroessner, el dictador que lo ha obligado al exilio. Su pareja, la franco-española Jimena, representa para Félix, a quien salvó la vida, el baluarte de la estabilidad afectiva. El escritor se debatirá sobre la función mesiánica del intelectual y el sacrificio del héroe, mientras construye un elaborado discurso casi un dictamen fiscal sobre la lealtad y la traición, en el que su experiencia se funde con episodios trágicos de la historia paraguaya.

Con esta novela Augusto Roa Bastos culminó su trilogía sobre el monoteísmo del poder, tras Hijo de hombre y Yo el Supremo.

Contravida (1994) es la penúltima novela escrita por Roa Bastos en Toulouse, antes de que volviera a su patria después de cuarenta y ocho años de exilio, primero en Argentina, de 1947 a 1976, y luego en Francia, de 1976 a 1995. Esta novela es como una quintaesencia de la escritura roabastiana y también su testamento literario.

Contravida, según su autor, viene a cerrar el ciclo entero de su obra narrativa, iniciada hace más de cuarenta años con la publicación de El trueno entre las hojas, su primer libro de cuentos, en 1953. Desde entonces hasta esta nueva novela, Roa Bastos ha venido configurando un mundo imaginario entrañablemente ligado a las vivencias históricas de su país, del que tuvo que exiliarse en 1947.

El narrador en primera persona es el único sobreviviente del intento de fuga y la matanza carcelaria que le sirvieron de tema en el cuento La excavación, de aquel primer libro de relatos. A partir de aquí, al dar forma a su nueva narración, Roa Bastos lleva a cabo un proceso deconstructivo que afecta a los motivos y personajes de toda su obra, pero que culmina en una implícita reafirmación de los valores humanos radicales que sustentan e informan la totalidad de su producción literaria.

Es un recorrido «a contra corriente» por una vida y una obra recordadas y recreadas a la vez, a través del prisma de una memoria mistificadora y de una escritura que regresa a sus orígenes para reinventarlos por encima de medio siglo de producción. Esta ficción del personaje escritor permite la evocación de fragmentos de una obra literaria que es y no es la obra roabastiana. Efectivamente, los episodios evocados por el escritor ficcional presentan muchas analogías con tal cuento o tal novela de Roa, sin embargo presentan también diferencias notorias muy interesantes.

Madama Sui (1996). El texto reconstruye ficcionalmente la vida breve e intensa de una de las hetairas del dictador Stroessner. El texto da cuenta de una novela que está siendo escrita por un autor, quien en el “Prefacio” escribe: “La tiranía que sirve de marco a esta historia (…) fue la más larga y cruel de las que asolaron en este siglo a América del Sur”; sin embargo, no ha sido su propósito “describir uno de estos regímenes de tiranía opresora”. Aunque la imagen del dictador está presente en la obra, no es el tópico escribir acerca de ese “extraño y sui géneris dictador, de origen teutón”, sino de la figura de una joven mujer, favorita de ese prohombre, en la que el vértigo del perder no logró prostituir su dignidad e inocencia.

La protagonista es una joven llamada Sui. El novelista textual trata de reconstruir la vida de Lágrima González Kuzugüe, nombre verdadero de Sui, a quien “los muchachos de su generación le pusieron el apodo de Suindá que es el nombre del ave nocturna, de la familia de las lechuzas cazadoras”. Este extraño nombre tiene su origen en boca del mismo narrador: “Sui quedó como apodo despectivo de la más agraciada muchacha del pueblo de aquel tiempo”

«Además de una novela dentro de otra novela, de textos espejeantes que tienen lugar sólo por la presencia del reflejo de cada una de ellas, en esta ficción se presenta una teoría de la novela. El autor coloca en boca de sus personajes frases que contienen aspectos teóricos acerca de cómo se elabora una novela. [...]

Desde el momento en que el escritor paraguayo escribe esta teoría acerca de las características de las ficciones narrativas, él mismo las está tomando en cuenta en su propia novela, así vemos cómo existe un final confuso en que la protagonista parece inmolarse junto a las cenizas de su amado ÉL. Nos encontramos con el Ouroboros, la serpiente que se muerde la cola, el final del comienzo, la historia de los amantes que mueren juntos, pero que, a ciencia cierta se desconoce si fue verdad o mentira su existencia. Ante esta práctica, el escritor da cuenta, en la elaboración de su narrativa, de la siguiente teoría: “Una obra bien hecha es aquella cuyo final recuerda siempre el comienzo, cerrando el círculo del relato”.» [Liduvina Carrera]

Cuentos

El trueno entre las hojas (1953) es una colección de diecisiete cuentos o relatos que tratan de la opresión política, el choque de culturas indígenas y extranjeras y la lucha por sobrevivir la guerra y otras catástrofes, reproducen la experiencia paraguaya en términos simbólicos y míticos. Hace visible la vigorosa literatura popular de tradición oral que ha estado presente en la cultura del Paraguay. Las descripciones apuntan hacia un efecto, el de destacar, en forma hiperbólica, la miseria humana de esos personajes despojados de todo: cordura, dignidad, belleza, capacidad de percepción, familia.

El baldío (1966). El autor se refleja en este cuento porque relata en parte su vida, vivida en su país bajo la dictadura militar. El cuento narra la historia de los problemas sociales y políticos de su país. El autor se siente cansado de tanta injustita y violencia. La oscuridad representa esa época de dictadura; que lo obliga a exiliarse en un país desconocido. Por un momento cree ver la luz, una salida pero nuevamente la oscuridad en su vida cuando se ve venir la dictadura Argentina. El niño que al final del relato encuentra pasa a significar una nueva oportunidad para su vida a la cual se aferra. Cuando nuevamente regresa.

El narrador en omnisciente porque relata en tercera persona y está afuera de la acción narrada.

Madera quemada (1967), cuentos.

Los pies sobre el agua (1967), colección de relatos.

Moriencia (1969). «Nonato, (el no nacido), significaría un estado de conciencia  respecto del nacimiento, el recuerdo de antes de nacer, ese momento de silencio antes del nacimiento, (origen primero). La Moriencia por su parte implicaría el proceso por el cual se llega a la muerte, la conciencia de saberse potencialmente muerto desde el nacimiento. Estos conceptos en el universo roabasteano son parte de uno, reverso y anverso de la existencia misma. [...]

Asistimos a la puesta en escena del estar muriéndose desde el nacer como lo señala Blas Matamoro, esta noción dentro de la poética de Roa Bastos conllevaría dos momentos sustanciales, dos muertes: Por un lado, la muerte biológica y por otro la conciencia de la mortandad o el saberse potencialmente muerto. En la escritura aparece materializada desde el poder de la palabra. La muerte de Chepé Bolívar, el protagonista, es reconstruida a través de las versiones de los personajes y en ese poder de nombrarlo, Chepé cobraría vida nuevamente para seguir muriendo, como si el acto del decir tuviera el poder de resucitar. La voz del narrador será la encargada de recolectar esas versiones para contarle al lector la suya. Este proceso de fragmentación de voces se articula en la totalidad del texto a partir de la ausencia de puntuaciones estrictamente demarcadas, en algunas zonas incluso esas voces llegan a superponerse de una manera tan extrema que se hace dificultoso saber quién está hablando en ese momento. Esta ausencia perfila una dirección de absoluta densificación, en un término una máxima horizontalidad espesa en el discurso en donde las perspectivas o posiciones de los personajes respecto de lo que van contando invalida la versión o lo contado por el narrador. En este sentido al romper con una tradición narrativa que se apoyaba en la jerarquía del narrador como máscara de la voz autoral, en síntesis con el monologismo, este narrador se estaría riendo de sí mismo y de la figura del escritor en suma. La ironía con ello se desprende como dispositivo al producirse esta fractura. Por ello no hay jerarquías y la horizontalidad se satura de voces superpuestas. Este desorden aparente provoca en el lector un grado de desconcierto frente a la figura del narrador, quien en la medida que deslegitima la versión de la vieja palabrera, el personaje que abre el cuento dialogando con el narrador, también con ese acto desautoriza la validez de lo que él mismo está narrando. De esta manera en un plano general se plasma un discurso que  se vale de la inmediatez de la oralidad y la digresión provocando un desborde en la voz principal del narrador.

Los veinte años que pasa el personaje labrando su ataúd que no es otra cosa que la construcción material de su muerte. De la misma manera que el personaje construye su muerte labrando el ataúd, los vecinos reconstruyen su vida a través de lo que van narrando a tal punto que cada uno de ellos se despersonaliza para volverse palabra dicha. La vecina es la vieja palabrera y la vida se le va por la boca reconstruyendo la larga muerte de Chepé Bolívar. Y en ese reconstruir importa el decir porque en ese acto reside la trascendencia la vivencia en oposición a la moriencia.» [Hernán J. Morales]

Cuerpo presente y otros cuentos (1971). Selección de cuentos de Augusto Roa Bastos. A través de los 11 cuentos se ejemplifica una escritura ácida y desgarrada, propia del galardonado autor.

El pollito de fuego (1974), cuento infantil.

Lucha hasta el alba (1979), fábula restaurada de un texto recuperado.

Un epígrafe, extraído del Génesis: "Y quedose Jacob solo, y luchó con él una Persona hasta que rayaba el alba", encabeza el relato, copia fragmentada del primer libro del Pentateuco. El relato está narrado en tercera persona, alternada con una primera en la que el protagonista se erige en relator, gracias a la transcripción de su voz en estilo directo por parte de un autor, que consigue así el tono adecuado para su discurso, a la vez que se confunde con éste y con el protagonista de su historia, transformando el texto en cuerpo del delito, en "vestigio de una pesadilla más que de una historia vivida.

El argumento se reduce, en sus términos, a la acción de un muchacho campesino que sufre en su cuerpo y en su amor propio el castigo de un padre demasiado severo, el cual desconoce el verdadero alcance de la respuesta de su hijo, quizás por eso se empeña en someterlo sin motivo ni culpa aparentes. “Papá no es hombre malo, pero me cree malo a mí”.  La única defensa del chico, y su sola rebeldía, está en concebir y escribir en la oscuridad de la noche, junto a la débil luz de unas luciérnagas encerradas en un frasco, la injusticia y el trato diferente respecto a su mellizo Esaú.

Los Juegos I: Carolina y Gaspar (1979).

Contar un cuento, y otros relatos (1984)

Metaforismos (1996). "En este momento estoy trabajando con una estudiante que escribió una tesis sobre mi obra en términos aforísticos. Estamos colaborando en un librito llamado Metaforismos, que recoge metáforas y aforismos tomados de mis escritos, una especie de libro filológico para mis lectores.

Esta selección está entresacada de algunas de mis obras; de borradores inacabados o destruidos; también de cuadernos de apuntes y de cartas con amigos lejanos. Son aforismos llevados más allá del aforismo, más allá de la metáfora." (Roa Bastos)

La tierra sin mal (1998). Novela sobre la ocupación jesuita del Paraguay, tema que lo ha fascinado. "No puedo probarlo, pero creo que Francia estuvo fuertemente influido por la actitud jesuita. Ambos querían defender la integridad territorial de la región. Ambos eran idealistas, estaban decididos a respetar la nación guaraní con sus principios éticos propios, sus pactos sociales, sus leyes y sus relaciones con la naturaleza".

El título del libro es La tierra sin mal. "Este fue el mito original del guaraní que deambulaba en busca de esta tierra no alcanzada por el pecado, la tierra virgen, la tierra prometida, un elemento mitológico universal en todas las civilizaciones, ¿no? Los jesuitas llegaron y se dieron cuenta de que ésta era una realidad viviente para los pueblos indígenas, y les ofrecieron otra tierra sin mal, una tierra de naturaleza eterna, pero en el cielo. Los guaraníes querían un paraíso en la tierra, y allí se produjo el choque".

Poesía

El ruiseñor de la aurora, y otros poemas (1942), Premio Nacional de Poesía.

El naranjal ardiente, nocturno paraguayo (1960), poemas escritos entre 1947 y 1949.

El génesis de los Apapokura-Guaraní (1971), poemario en el que utiliza el doble registro lingüístico guaraní-castellano, al traducir él mismo los versos escritos en su lengua indígena tradicional.

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