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Novela de la Revolución Mexicana

(comp.) Justo Fernández López

Historia de la literatura hispanoamericana

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Novela de la Revolución mexicana

La revolución mexicana 1910-1920

La Revolución Mexicana se inicia el 20 de noviembre de 1910, y termina el 21 de mayo de 1920, se puede decir que con la caída y muerte de Venustiano Carranza (1859-1920), presidente de la República (1914-1920) y principal representante de la facción moderada durante la Revolución Mexicana.

La Revolución Mexicana comprende el periodo de la historia de México entre la caída de la dictadura de Porfirio Díaz en 1910 y el ascenso al poder de la burguesía, tras superar los intentos de revolución social protagonizados por los campesinos dirigidos por Emiliano Zapata, asesinado en 1919.

Porfirio Díaz (1830-1915) fue varias veces presidente de la República (1876; 1877-1880; 1884-1911). Su dilatado ejercicio del poder ha dado nombre a un periodo de la historia de México conocido como porfiriato. Aunque en 1908 anunció que no volvería a presentarse a la reelección, dos años más tarde consiguió proclamarse ganador de los comicios presidenciales.

Pero en octubre de 1910 Francisco I. Madero presenta en San Luis Potosí su programa político, que incita a la sublevación contra la dictadura de Porfirio Díaz. El Plan de San Luis significó el comienzo de la Revolución Mexicana, encabezada inicialmente por el fundador del Partido Antirreeleccionista Francisco I. Madero, quien había sido detenido durante la campaña de los comicios presidenciales de 1910, a los que se había presentado como el principal oponente del régimen.

Tras la conquista de Ciudad Juárez por los revolucionarios, Díaz se vio obligado a renunciar al cargo pocos días después, el 25 de mayo de 1911. Fue sucedido de forma interina por su secretario de Relaciones Exteriores, Francisco León de la Barra, y seis días más tarde abandonó el país.

Cuando Francisco I. Madero desafía al régimen de Porfirio Díaz lo hace por motivos políticos: desea el fin de un periodo dictatorial y antidemocrático. Tras unos cuantos meses de lucha, el maderismo se impone y alcanza la presidencia mediante el voto popular.

En el tiempo que Madero ejerce la presidencia, la Revolución, en estado latente, va tomando un impulso que resultará irrefrenable. Los caudillos que han surgido de las mismas entrañas del pueblo, y que apoyaron la iniciativa maderista, no ceden en sus demandas de mejoras sociales y económicas. Mientras tanto, la contrarrevolución, los que apoyan el antiguo orden, también va tomando fuerza.

El libro La sucesión presidencial en 1910, escrito por Francisco I. Madero, se convirtió en el manifiesto político de los grupos de oposición a la dictadura: las clases medias, los campesinos y los obreros, contrarios a la reelección de Díaz para un nuevo mandato presidencial. Pero estos grupos también mostraban su oposición a las costumbres aristocráticas y al afrancesamiento dominante, a la política económica del colonialismo capitalista y a la falta de libertades políticas bajo el régimen dictatorial.

En abril de 1910, Madero fue designado candidato a la presidencia por el Partido Nacional Antirreeleccionista, fundado un año antes con un programa a favor del sufragio efectivo y la no reelección, pero sin claros contenidos sociales y económicos. En mayo del mismo año se produjo en Morelos la insurrección de Emiliano Zapata (líder revolucionario y reformador agrarista) al frente de los campesinos, que ocuparon las tierras en demanda de una reforma agraria.

Díaz fue reelegido para un séptimo mandato. En octubre de 1910, Madero y sus colaboradores redactaron el Plan de San Luis, que llamó a la insurrección general y que logró el apoyo de los campesinos al incluir en el punto tercero algunas propuestas de solución al problema agrario.

Consciente de que iba a ser encarcelado de nuevo, Madero escapó a San Antonio (Texas). En noviembre se produjo la insurrección de Francisco (Pancho) Villa y Pascual Orozco en Chihuahua, pronto secundada en Puebla, Coahuila y Durango. En enero de 1911, los hermanos Flores Magón se alzaron en la Baja California y los hermanos Figueroa en Guerrero. El 10 de mayo los revolucionarios ocuparon Ciudad Juárez, donde se firmó el tratado por el que se acordaba la dimisión de Díaz, que salió del país el 26 de mayo siguiente, y el nombramiento como presidente provisional del antiguo colaborador de la dictadura, Francisco León de la Barra, que conservó a los funcionarios y militares adictos a Díaz.

El gobierno procedió al desarme de las fuerzas revolucionarias, pero los zapatistas se negaron a ello, exigiendo garantías de que serían atendidas sus demandas en favor de una solución para el problema agrario.

El general Victoriano Huerta combatió a los zapatistas del estado de Morelos en los meses de julio y agosto de 1911, los derrotó en Cuautla y los obligó a refugiarse en las montañas de Puebla. Pero en las elecciones presidenciales resultó elegido Madero, quien tomó posesión de su cargo el 6 de noviembre de 1911, pero que no logró alcanzar un acuerdo con Zapata ni con otros líderes agrarios por su falta de sensibilidad para resolver los problemas sociales planteados por el campesinado.

El 28 de noviembre de 1911, Zapata proclamó el Plan de Ayala, en el que se proponía el reparto de tierras y la continuación de la lucha revolucionaria. El Ejército federal, al mando de Prudencio Robles y Victoriano Huerta, reprimió con dureza los levantamientos.

Con la mediación del embajador estadounidense, el general Huerta llegó a un acuerdo con el general Díaz, destituyó a Madero y se autoproclamó presidente el 19 de febrero de 1913. Cuatro días después el presidente Madero y el vicepresidente Pino Suárez fueron asesinados por órdenes de Huerta.

El gobierno de Huerta no fue reconocido por el gobernador de Coahuila, Venustiano Carranza, quien el 26 de marzo de 1913 proclamó el Plan de Guadalupe, bandera de la revolución constitucionalista, por el que se declaraba continuador de la obra de Madero y procedía a la formación del Ejército constitucionalista, al que no tardaron en sumarse el coronel Álvaro Obregón en Sonora, y Pancho Villa en el norte, mientras Zapata volvía a dominar la situación en el sur y este del país.

La oposición a Huerta en la capital se realizó a través de la Casa del Obrero Mundial, de tendencia anarquista y defensora de las clases obreras urbanas, pero cercana a los planteamientos agrarios del movimiento zapatista, al que dotaron de una ideología más definida, y del lema “Tierra y Libertad”, que los alejaba tanto de Huerta como de Carranza.

Las tropas constitucionalistas derrotaron al Ejército federal por todo el territorio nacional. Después del triunfo constitucionalista, Huerta presentó la dimisión y salió del país. En el Tratado de Teoloyucan se acordó la disolución del Ejército federal y la entrada de los constitucionalistas en la capital, que se produjo el 15 de agosto de 1914.

Pronto surgieron diferencias entre los revolucionarios, divididos en tres grupos: los villistas, que ofrecían un programa político y social poco definido; los zapatistas, que mantenían los principios formulados en el Plan de Ayala; y los carrancistas, vinculados a la burguesía y deseosos de preservar los beneficios obtenidos por los generales, empresarios y abogados adictos a Carranza. En la Convención de Aguascalientes, en noviembre de 1914, se acordó el cese de Carranza como jefe del Ejército constitucionalista y de Villa como comandante de la División del Norte, así como el nombramiento de Eulalio Gutiérrez como presidente provisional. Carranza se trasladó a Veracruz, Gutiérrez llevó el gobierno a San Luis Potosí y la ciudad de México quedó en poder de Villa y Zapata, cuya colaboración inicial terminó un mes más tarde con la salida de ambos de la capital y la reanudación de las hostilidades.

Con los decretos de finales de 1914 y la Ley Agraria de enero de 1915, Carranza ganó para su causa a amplios sectores de la población, mientras los ejércitos carrancistas al mando del general Obregón ocuparon Puebla el 4 de enero de 1915 y derrotaron a Villa en Celaya, Guanajuato, León y Aguascalientes, entre abril y julio del mismo año, por lo que Estados Unidos reconoció al gobierno de Carranza en el mes de octubre.

Villa inició en el norte una guerra de guerrillas y trató de crear conflictos internacionales con Estados Unidos, cuyo gobierno, en 1916, envió tropas en su persecución, aunque éstas no lograron capturarlo.

En el sur, Zapata realizó repartos de tierras en Morelos y decretó algunas medidas legales para intentar consolidar las reformas agrarias y las conquistas sociales logradas, pero también los zapatistas fueron derrotados por las tropas constitucionalistas al mando de Pablo González y obligados, entre julio y septiembre de 1915, a replegarse a las montañas.

En septiembre de 1916, Carranza convocó un Congreso Constituyente en Querétaro, donde se elaboró la Constitución de 1917, que consolidaba algunas de las reformas económicas y sociales defendidas por la revolución, en especial la propiedad de la tierra, la regulación de la economía o la protección de los trabajadores.

En las elecciones posteriores, Carranza fue elegido presidente de la República y tomó posesión de su cargo el 10 de mayo de 1917 como presidente constitucional de México. Su mandato estuvo marcado por una serie de conflictos con los inversores exteriores surgidos por sus intentos para limitar la propiedad privada extranjera y conseguir la nacionalización de la titularidad de los depósitos petroleros y de las minas. Preocupado también por el problema de la tierra, la ley del 6 de enero de 1915 marcó el comienzo de la reforma agraria mexicana. Todo ello tenía lugar de forma simultánea al mantenimiento de los combates con el revolucionario agrarista Zapata, contra cuyos hombres envió al estado de Morelos, en 1916, a Pablo González. Tres años más tarde, González organizaría la emboscada que se saldaría con la muerte del mítico revolucionario.

Al plantearse la sucesión presidencial en 1920, Carranza se enfrentó a los generales Plutarco Elías Calles y Obregón, anteriormente subordinados suyos. El 23 de abril de 1920, Calles y el gobernador del estado de Sonora, Adolfo de la Huerta, firmaron el Plan de Agua Prieta, manifiesto político concertado contra Carranza y en apoyo de Obregón; sus principios políticos eran los propios de la Constitución de 1917, que, según los alzados, había sido quebrantada por Carranza.

Presionado por estas maniobras, el 7 de mayo de 1920 Carranza se vio obligado a abandonar la ciudad de México; al intentar llegar hasta el puerto de Veracruz para volver a instalar allí su gobierno, fue asesinado en un rancho de la población de Tlaxcalantongo tras sufrir la traición del general Rodolfo Herrero.

Zapata mantuvo la insurrección en el sur hasta que, víctima de una traición preparada por Pablo González, cayó en una emboscada en la hacienda de San Juan Chinameca, donde el 10 de abril de 1919 fue asesinado.

La novela de la Revolución Mexicana

«Se entiende por novela de la Revolución Mexicana el conjunto de obras narrativas, de una extensión mayor que el simple cuento largo, inspiradas en las acciones militares y populares, así como en los cambios políticos y sociales que trajeron consigo los diversos movimientos (pacíficos y violentos) de la Revolución» [Antonio Castro Leal].

Junto a la novela indigenista hay que situar la novela surgida con motivo de la Revolución Mexicana contra la dictadura de Porfirio Díaz en el 1910. Esta literatura surge junto al movimiento armado que se inicia en 1910, cuando Francisco I. Madero se levanta en contra del régimen del dictador Porfirio Díaz. Está inspirada en las acciones militares, la movilización popular, los cambios políticos y sociales que trajeron consigo los diversos movimientos de ese conflicto militar que cronológicamente termina en 1920 con la caída y muerte del presidente Venustiano Carranza.

La revolución proporciona a México el primer motivo novelesco que trascenderá las fronteras del país. Lo peculiar de estas novelas es la interpretación sobria y realista de acontecimientos sumamente dramáticos. Supone este género novelesco el deseo de hallar una forma de expresión auténticamente mexicana, al margen de las modas extranjeras. Su raíz es indigenista. La mayor parte de las obras fue escrita por quienes participaron en el movimiento armado y se publicaron entre 1928 y 1940.

Estas novelas nos ofrecen cuadros de gran colorido y tipismo, pero realmente dramáticos. Partiendo de un enfoque optimista y esperanzador, llegan a un escepticismo y angustia moral propias de una generación que no llegó a realizar los ideales por los que luchó la revolución.

Una de las razones del gran éxito internacional de estas novelas es su vitalismo: El lector europeo, cansado de psicología y conversaciones de salón, halló en esta novelística un aire fresco y sobre todo un primitivismo épico muy seductor. En estas obras el pueblo mexicano es el protagonista. Las novelas describen sus problemas sociales y ofrecen posibles soluciones.

Los personajes de estas novelas se presentan bien definidos individualmente: el político, el “pelao”, el cabecilla, el bandolero, el oportunista. Su visión del mundo está expresada más por su comportamiento que por las ideas que estos personajes expresan.

Desde el punto de vista literario, es esta novelística antirromántica por definición. Consigue sus mejores efectos mediante la sobriedad en la expresión de lo dramático y trágico. Utiliza un estilo escueto, esquemático, de ritmo acelerado, suprimiendo la retórica, los discursos filosófico-psicológicos y copiando la realidad con estilo directo, verista y sencillo que se acerca mucho al periodismo o al reportaje. Muchas veces se reduce a la presentación de cuadros o estampas, al margen de la trama novelesca. Introduce como elementos novelescos la ambigüedad, el destino en movimiento, cierto sentido del absurdo, con acciones contradictorias y con dialéctica ironía.

Entre 1924 y 1925, cuando se acuñó el término, se suscitó una polémica periodística. Vasconcelos, secretario de Educación Pública durante la presidencia del general Obregón (1921), impulsa un gigantesco proyecto educativo y cultural, y durante su gestión se crea la escuela Mexicana de Pintura y se fomenta el muralismo (Diego Rivera, José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros), poderoso movimiento artístico que se enfrenta en su optimismo a la óptica desesperanzada y pesimista de los novelistas que pintaron el movimiento armado en cuadros rápidos y violentos, casi cinematográficos, con un lenguaje popular lleno de sonoridad y muy cercano al periodismo.

Dentro de la literatura de la Revolución Mexicana, la novela fue el género que más impacto tuvo, pues se produjeron una cantidad muy grande de obras con esta temática. En cada una de las novelas de la Revolución se describe la vida cotidiana de los combatientes en los campos de batalla, las costumbres, las modas, las formas de convivencia y de expresión, dibujando el entorno social, político y militar, e incluso pintoresco, que dominaba en la etapa revolucionaria.

El movimiento revolucionario se convirtió en la fuente principal de inspiración para un importante grupo de escritores, que plasmó en sus obras los sucesos que sacudieron la vida social y política del país, y cuyas repercusiones aún palpitan en el México de hoy a un siglo del inicio de la gesta histórica.

La Revolución Mexicana dio como unas 300 novelas, escritas por la generación posmodernista de México. La revolución que inició Madero (luego traicionado) se convirtió en una guerra de fracciones que no sabían por qué luchaban ni para qué. La revolución siguió siendo en la vida de México algo muy actual, un recuerdo vivo desde el cual se orienta la vida política del país.

En opinión de muchos críticos, la novela de la Revolución no fue literatura revolucionaria, porque sus autores mostraron casi siempre los peores aspectos de la guerra: la violencia, crueldad, el crimen, la rapacidad e ignorancia de las masas y la ambición y oportunismo de los dirigentes.

Se suele distinguir entre las novelas escritas por autores que fueron partícipes en la Revolución Mexicana y aquellos que, sin haber sido testigos del movimiento armado, escriben novelas con una temática centrada en la guerra o en los aspectos sociales, políticos, etc., desarrollados por la revolución. Entre los autores que destacan por haber participado en el movimiento armado se encuentran: Mariano Azuela, Martín Luis Guzmán, Francisco L. Urquizo.

Destacan las siguientes obras:

 

Los de abajo (1915) de Mariano Azuela,

El águila y la serpiente (1928) de Martín Luis Guzmán,

¡Vámonos con Pancho Villa! (1931) de Rafael Muñoz,

Tropa vieja (1931), de Francisco L. Urquizo,

Campamento (1931) de Gregorio López y Fuentes,

Desbandada (1934) de José Rubén Romero,

El resplandor (1937) de Mauricio Magdaleno,

Cartucho (1931) y Manos de mamá (1937) de Nellie Campobello.

Las consecuencias de la revolución hecha gobierno se definen en la más importante novela política mexicana,

La sombra del caudillo (1929) de Guzmán.

Quizá el ciclo se cierre con tres novelistas que ya no participaron en la contienda, pero pudieron reflexionar sobre ella y recrearla mediante una estructura novelística y un lenguaje renovadores:

 

El luto humano (1943) de José Revueltas,

Al filo del agua (1947) de Agustín Yáñez,

El llano en llamas (1953) y Pedro Páramo (1955) de Juan Rulfo.

Cronología de los novelistas de la Revolución mexicana

Se pueden distinguir varias generaciones de novelistas de la Revolución Mexicana, según la edad que tenían cuando tuvieron lugar los acontecimientos.

La generación creadora: Mariano Azuela con su novela Los de abajo

 

Incluye a los nacidos entre 1873 y 1890, que pasaron su infancia durante la dictadura de Porfirio Díaz, se entusiasmaron con los ideales de la política de Francisco I. Madro, y apladieron la caída del dictador. Pero la Revolución fue para ellos una desilusión al ser testigos de los actos de barbarie que se cometían en nombre del pueblo.

Mariano Azuela: Los de abajo, Tribulaciones de una familia decente, La luciérnaga, El camarada Pantoja, Nueva burguesía, etc.

José Vasconcelos: Ulises Criollo.

Martín Luis Guzmán: El águila y la serpiente, La sombra del caudillo, Memorias de Pancho Villa.

José Rubén Romero: Mi caballo, mi perro y mi rifle.

La segunda generación: nacidos entre 1891 y 1902

 

Estos autores eran niños o adolescentes cuando comenzó la revolución. Tuvieron que interrumpir sus estudios por la guerra y se formaron en los campos de batalla. Tomaron parte en el conflicto y se  identificaron plenamente con la Revolución. Sus obras reflejan una ideología política de izquierda y los resultados de la revolución no les desilusionaron.

Francisco L. Urquizo: Tropa Vieja, Fui soldado de levita, Memorias de campaña.

Gregorio López y Fuentes: Campamento, Tierra, Mi general, Indio.

Rafael F. Muñoz: ¡Vámonos con Pancho Villa!, Si me han de matar mañana..., Se llevaron el cañón para Bachimba.

José Mancisidor: La asonada, La ciudad roja.

Francisco Rojas González: La negra Angustias.

Nellie Campobello: Cartucho.

Tercera generación: nacidos entre 1904 y 1914

 

La Revolución ya había terminado cuando estos autores llegan a la adolescencia. Ven la Revolución Mexicana bajo un punto de vista más intelectual, pero dentro de una perspectiva histórica.

Mauricio Magdaleno: El resplandor.

José Revueltas: El luto humano.

Agustín Yáñez: Al filo del agua.

Cuarta generación: no son propiamente escritores de la Revolución

 

Vivieron la guerra cristera (1926-1929) y el periodo de exaltación nacionalista de los primeros gobiernos revolucionarios: Juan Rulfo y Juan José Arreola.

Obra de Juan Rulfo ha sido etiquetada por algunos como realismo mágico o como novela indigenista. Emparentado con la tradición de la literatura de la Revolución Mexicana (Azuela, Guzmán, Muñoz), luego Revueltas (1943), o Yáñez (1947), antecedentes importantes de su obra, rompe con esos escritores inaugurando un nuevo lenguaje y una nueva forma novelística.

Rulfo está más ligado a la Revolución que Arreola. En su famosa novela Pedro Páramo, retrata a un terrateniente astuto que sortea el conflicto sin perder sus posesiones.  La obra se distingue, sin embargo, por la exploración de un mundo mítico, ajeno a la realidad. Mientras que Arreola aborda la Revolución ligeramente en La feria, y entra de lleno en la literatura fantástica, inspirado por Borges y Sartre.

La última generación: nacidos entre 1925 y 1935

 

Son escritores críticos de la sociedad. Ya no intentan justificar la Revolución, más bien señalan los abusos y las injusticias de una sociedad engendrada por el movimiento. Aunque no pertenecen ya a la narrativa de la Revolución, enfocan temas posrevolucionarios que tienen que ver con la protesta social o el indigenismo.

Rosario Castellanos: Oficio de tinieblas.

Carlos Fuentes: La muerte de Artemio Cruz, La región más transparente.

Tomás Mojarro: Bramadero.

Vicente Leñero: Los albañiles.

Para algunos autores, el ciclo de la narrativa sobre la Revolución Mexicana se cierra con El luto humano, de Revueltas y Al filo del agua, de Yáñez. Para otros autores, la temática termina con La muerte de Artemio Cruz, de Carlos Fuentes.

MARIANO AZUELA

Mariano Azuela (México, 1873-1952) narrador, inauguró la novela de la Revolución Mexicana. Estudió la carrera de médico cirujano y empezó a escribir durante la dictadura de Porfirio Díaz. Se integra como médico a las fuerzas de Francisco Villa durante la Revolución Mexicana.

La Revolución mexicana de 1910 da lugar a toda una pléyade de narradores que nos presentan en sus obras la realidad dramática de la guerra civil. Entre ellos ocupa un lugar prominente Mariano Azuela historiador de la Revolución en sentido amplio, implacable crítico de un drama que constituye la herida más dolorosa del continente.

Cada una de sus obras muestra un experto e inspirado escritor, en páginas de gran intensidad que dan la medida exacta de su vigoroso realismo, confirmando una concepción de la vida y del hombre esencialmente amarga, una preocupación constante por fundamentales problemas éticos relacionados con su país.

Trascendiendo la objetividad y la eficacia con que el autor describe hechos y personajes se abre paso en sus páginas una amarga protesta contra la propia revolución que acaba por ser desilusión profunda para el pueblo, el cual se ha dejado llevar a ella como impulsado por un trágico fatalismo. Para Azuela lo trágico de la Revolución consiste sobre todo en la imposibilidad de abandonarla una vez que se ha entrado en ella. Porque la revolución es como un huracán y el hombre que se le entrega deja de ser tal para convertirse en una hoja seca a merced del viento.

Obras

María Luisa (1907), su primera novela, la publicó cuando era estudiante.

Andrés Pérez, maderista (1911) advierte los cambios revolucionarios incipientes.

Los de abajo (1915), obra que lo haría famoso, es la novela de ese primer momento de la Revolución Mexicana en que comienza la lucha con una cólera ciega. Esta novela inaugura un estilo nuevo acorde con la lucha armada, en el que destacan los cuadros rápidos, violentos, realistas. Es esta la novela de la Revolución por excelencia, animada por episodios de barbarie y sangre, trágicamente épica en el ímpetu desesperado de todo un pueblo que se lanza a la guerra.

La malhora (1923),

El desquite (1925) y

La luciérnaga (1932) son tres novelas con las que Abuela inicia un periodo de experimentación vanguardista.

Azuela publicó al final de su vida varias novelas realistas:

Regina Landa (1941),

Nueva burguesía (1944),

La marchanta (1944) y

La mujer domada (1946).

Son póstumas:

La maldición (1955) y

Esa sangre (1956).

Argumento de Los de abajo (1915)

La novela se reduce a escenas costumbristas, pero de gran autenticidad vital e intensidad dramática. El personaje que une los diversos duadros es Demetrio, “indígena de pura raza”, campesino al que las circunstancias elevan a general de una tropa revolucionaria. Este personaje posee grandeza mitológica: el humilde mexicano es elevado a figura mítica que hace sonar su cuerno en medio de la naturaleza, como Sigfrido. La cercanía constante de la muerte otorga a los personajes una dimensión existencial enorme. Los soldados van al combate a jugar con la muerte como con un toro. Con admirable desfachatez se arriesgan innecesariamente, solo por el bello gesto: “La Codorniz surgió de improviso, en cueros, con los calzones tendidos en actitud de torear a los federales. Entonces comenzó la lluvia de proyectiles”.

La novela se mueve en el terreno de los hechos más que en el de las ideas. Azuela pone las tesis revolucionarias en boca de un estudiante algo retórico; al final, este estudiante que canta las glorias de la revolución resultar ser un sinvergüenza.

El problema clave de la novela: El fracaso del ideal revolucionario. Demetrio Macías es una figura simpática, pero no sabe por qué pelea. Es el puro guerrero elemental, empujado a la revolución por las injusticias de un cacique local. No ama el dinero, ni se extralimita en la venganza, desea solamente pelea, bebida y alguna mujer. El entusiasmo revolucionario se va cambiando en desilusión: “La Revolución es el huracán, y el hombre que se entrega a ella ya no es el hombre”.

La segunda parte de la novela nos presenta la rapacidad y el despojo. Va creciendo la tristeza, la melancolía, el recuerdo nostálgico y al final asoma la tragedia de pelear sin saber por qué, sin motivo, pelear por pelear. El final es desolador: “La sierra está de gala; sobre sus cúspides inaccesibles cae la niebla albísima como un crespón sobre la cabeza de una novia. Y al pie de una resquebrajadura enorme y suntuosa como un pórtico de vieja catedral, está Demetrio Macías y, con los ojos fijos para siempre, sigue apuntando con el cañón de su fusil”.

El estilo es a veces modernista, sobre todo en la relación del hombre con el paisaje, pero este paisaje está pintado sobriamente, porque no hay tiempo para la contemplación en medio del horror y el estrépito.

El naturalismo crudo de Azuela está bañado de un aire poético e impresionista. La inquietud social es menor de lo que el título sugeriría. Esta novela tiene mucho de gran poema épico-lírico.

«La novela trasunta un gran desasosiego que se manifiesta en breves pasajes descriptivos, de una extraordinaria fuerza poética, que dan relieve, en toda su desolación, al sacrificio inútil de Demetrio Macías, caudillo de un grupo rebelde, hombre primitivo, cruel y generoso, valeroso e indefenso ante los acontecimientos, entre los cuales se mueve sin llegar a entenderlos plenamente. Su sacrificio queda sin sentido justamente porque no respondía a auténticos ideales. Macías y sus hombres han sido meros combatientes que no se preguntaron por quién combatían, en medio de las confusas vicisitudes de una revolución de la que acabaron siendo víctimas.

En vísperas de volver una vez más a la guerra, Demetrio Macías se despide de su esposa, que insiste llorando para que se quede con ella, y a la pregunta de por qué vuelve a combatir, le responde comparándose a sí mismo con una piedra que rueda por inercia una vez que se la echa cuesta abajo: «Mira esa piedra cómo ya no se para...» Hasta que finalmente encuentra la muerte en batalla poniendo fin así a toda una vida de sacrificios inútiles y de violencia estéril.» [Giuseppe Bellini]

MARTÍN LUIS GUZMÁN

Martín Luis Guzmán (México, 1887-1976) fue un revolucionario activo, partidario de Madero, participó en la Revolución Mexicana acompañando como cronista oficial a Pancho Villa. Después de haberse refugiado en España escribió obras histórico-políticas como La guerrilla de México (1915) y A orillas del Hudson (1920), en las que traza un vivido panorama de los problemas de su tierra.

Sus dos novelas más famosas, que pertenecen al género de la literatura de la Revolución Mexicana, fueron publicadas por entregas y escritas en su destierro en España, país en el que vivió durante 12 años.

En 1934 volvió a México y se dedicó a escribir sobre la Revolución en sus diferentes aspectos e implicaciones, a través de novelas de gran vigor en las que domina una atmósfera trágica, de colores sombríos, un caos primitivo en el que reinan la corrupción, la maldad, la injusticia, el heroísmo inútil.

Obras

El águila y la serpiente (1928) es uno de los mejores relatos de la Revolución Mexicana. Retrata impresionantes figuras y acciones de la vida revolucionaria. Trata de los sucesos caóticos de los años 1913-1915: reuniones, aventuras, luchas crueles y odiseas de los caudillos revolucionarios. Es la violencia desatada, simbolizada en el águila voraz y sin ley frente a la serpiente que el águila despezada, serpiente que simboliza los millones de indios fatalísticamente resignados a su destino.

La sombra del Caudillo (1929), la novela política mexicana más coherente, recrea con precisión un acontecimiento histórico, la revolución hecha gobierno, configurando una estética cercana a la tragedia griega para determinar cuáles son los usos y abusos del poder.

Memorias de Pancho Villa (1934) pinta a Villa como brutal y generoso Robin Hood mexicano, figura extraordinaria de bandido, general, guerrillero, constitucionalista, agricultor.

Sobre El águila y la serpiente

Es una novela autobiográfica que se centra en los eventos entre 1913-1915 de la Revolución Mexicana y las experiencias del autor durante el periodo. Cada capítulo describe a una persona o un evento durante la revolución, y el libro es popular por las descripciones de los líderes grandes, especialmente Pancho Villa. La novela se divide en dos partes. La primera parte, "Esperanzas revolucionarias", sigue un intelectual al norte del país durante la revolución y sus interacciones con los villistas y los caudillos. La segunda parte, "En la hora del triunfo", se enfoca en su incursión política y tiene lugar en la Ciudad de México.

Aunque está basada en acontecimientos verdaderos, se trata de un texto de ficción que expresa los sentimientos y las memorias de los que vivieron durante la revolución. Según Cuitláhuac Chávez, la masculinidad y la barbarie juntas producen la idea del “macho mexicano” o “machismo”. Guzmán usa la figura de Pancho Villa para representar esta noción.

Con una gran agudeza, Martín Luis Guzmán observa a muchos de los hombres que participaron en la Revolución. Sus gestos, sus opiniones, son índice de su personalidad. Guzmán capta los pequeños ademanes que revelan una forma de ser y, con una prosa exquisita, los evoca en sus escritos.

GREGORIO LÓPEZ Y FUENTES

Gregorio López y Fuentes (México, 1897-1966) fue contemporáneo de Mariano Azuela y Martín Luis Guzmán. Empezó a escribir a la edad de quince años al mismo tiempo del inicio de la Revolución mexicana, conflicto que abordó en la mayoría de sus libros. Más tarde fue maestro de literatura en la Ciudad de México. Se incorporó a las fuerzas constitucionalistas.

Las grandes figuras de la época revolucionaria tienen en López y Fuentes un admirador entusiasta sean del bando que sean. Él interpreta, sobre todo, la barbarie primitiva de la guerra en un clima épico que es tributario de una naturaleza ruda y salvaje.

López y Fuentes pasa del relato revolucionario a analizar el problema del indio, que fue uno de los efectos del movimiento.

Obras

Claros de selva (1921)

El vagabundo (1922)

El alma del poblacho (1924)

Campamento (1931) es el primer libro que atrae la atención de la crítica.

Tierra (1932)

Mi general (1934)

El indio (1935) es su obra más importante en la que vibran la protesta social y política con una enérgica toma de posición a favor de los nativos. El lenguaje de esta novela trata de llegar hasta el alma misma de la cultura india. López y Fuente era un gran conocedor de la situación de la población indígena. Desde su infancia vivía cerca de grupos de huastecos, totonacas, teopehuas, aztecas populares y zapotecas.

Arrieros (1937)

Huasteca (1939)

Una carta a Dios (1940)

Los peregrinos inmóviles (1944) no altera en absoluto la visión pesimista del inundo indígena apuntada en El indio.

Sobre El Indio

Esta es la obra maestra de Gregorio López y Fuentes. Es la novela que mejor sintetiza la producción literaria de este escritor mexicano alrededor de los dilemas de la revolución. Describe la vida cotidiana y las costumbres de una remota aldea indígena, que contrasta con las costumbres de los blancos. Comienza con la designación de un joven indio como guía de unos hombres blancos, que andaban buscando planticas medicinales exóticas. Durante el viaje, los blancos le revelan al indio que su verdadero interés es encontrar oro. Torturan al guía y le exigen que confiesen dónde se halla la mina de oro que explotan los indios de la aldea. Lo que pretende mostrar el autor es que la situación del indio no ha mejorado con la revolución y que el blanco sigue saqueando su riqueza material y cultural.

Abundan los relatos en que el elemento blanco ejerce una cruel tiranía sobre el indio. La revolución no redimió al indio, sino que hizo de él la principal víctima de la revolución. Desde que los hombres blancos llegan a la aldea, los indios son víctimas de constantes infortunios, como si los blancos fueran los agentes de la fatalidad. López y Fuentes expone una dolorosa verdad y esa verdad es que el indio sigue siendo, a pesar de los avances de la civilización material, un ser abandonado y solitario.

En las obras de Martín Luis Guzmán y de Gregorio López y Fuentes, el pueblo se convierte en el verdadero protagonista, en busca de una nueva forma de vida, frustrado siempre por la desilusión y la derrota.

JOSÉ RUBÉN ROMERO

José Rubén Romero (México, 1890-1952), novelista y hábil humorista, aunque amargo en el fondo.

La obra de Romero destaca por su humor, ironía y la sensibilidad popular que impregna sus páginas.

Obras

Apuntes de un lugareño (1932)

El pueblo inocente (1934)

Desbandada (1934)

Mi caballo, mi perro, mi rifle (1936) es su novela más importante, en ella sigue las huellas de Azuela y Martín Luis Guzmán en cuanto a la justificación de la Revolución y la amargura con que contempla su fracaso. Trata del desengaño y la amargura que sufrió el autor al darse cuenta de que la Revolución Mexicana había fallado en muchos frentes sociales.

La vida inútil de Pito Pérez (1938) cuenta la historia picaresca del protagonista y debe mucho al Periquillo Sarniento de José Joaquín Fernández de Lizardi. Empleó un lenguaje sencillo, a veces rudo, para crear una obra de tono satírico, humorístico y picante, un retrato crítico del México rural de aquella época.

Una vez fui rico (1939)

Anticipación a la muerte (1939)

Algunas cosillas de Pito Pérez que se me quedaron en el tintero (1945)

Rosenda (1946) presenta un tierno retrato que recoge los rasgos más afortunados de la abnegada y heroica mujer mexicana de su provincia. Se considera que es la obra más redonda del autor.

Publicó más de una decena de poemarios, el más célebre de los cuales es Tacámbaro (1922).

MAURICIO MAGDALENO

Mauricio Magdaleno (México, 1906-1986), narrador, dramaturgo, guionista y crítico. Los acontecimientos de la Revolución Mexicana, los mismos que se reflejan en su obra, lo impresionaron hondamente. El gran tema de sus novelas y obras de teatro son los errores de la revolución, que dejaron a gran parte del pueblo mexicano en la miseria.

Con el director mexicano Juan Bustillo Oro fundó el Teatro de Ahora, para el que escribió varias obras de teatro de inspiración social, como Pánuco 137, Emiliano Zapata y Trópico (1933). Como guionista, su primer trabajo fue el guión de la película El compadre Mendoza (1933) de Fernando de Fuentes; más tarde colaboró en todas las películas de Emilio Fernández.

Obras

Entre sus novelas más destacadas se cuentan:

Mapimí 37 (1927),

Campo Celis (1935)

Concha Bretón (1936)

El resplandor (1937)

Sonata (1941)

La tierra grande (1949)

El ardiente verano (1954).

RAFAEL FELIPE MUÑOZ

Rafael Felipe Muñoz (México, 1899-1972), novelista y periodista, descendiente de una familia de terratenientes letrados de Chihuahua, su estado natal. Su familia se arruinó con la Revolución Mexicana y el joven Rafael presenció varios hechos de armas que luego relató.

Obras

Memorias de Pancho Villa (1923), escrita en colaboración con Ramón Puente, médico seguidor del caudillo.

¡Vámonos con Pancho Villa! (1931), célebre novela sobre el Centauro del Norte de la que el director de cine Fernando de Fuentes haría una famosa película.

Se llevaron el cañón para Bachimba (1941), sobre la rebelión de Pascual Orozco.

Reunió sus cuentos sobre la revolución en

El hombre malo y otros relatos (1930) y

Si me han de matar mañana (1934).

FRANCISCO ROJAS GONZÁLEZ

Francisco Rojas González (México, 1904-1951) escribió cuentos, novela, teatro y crítica literaria. Trabajó como investigador en etnología y sociología en el Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Obras

La negra Angustias (1944) destaca por ser la primera en examinar el papel de las mujeres en la Revolución Mexicana.

cuentos

Historia de un frac (1930), ... y otros cuentos (1931),

El pajareador (1934),

Pequeñas novelas (1937),

Chirrín y la celda 18 (1944),

Cuentos de ayer y de hoy (1946) ,

La última aventura de Mona Lisa (1949).

Lola Casanova (1947) novela sobre la vida de los seris en Sonora.

El diosero (1952) colección de cuentos póstuma que reúne trece hermosos relatos de tema indigenista. Cuatro de ellos fueron recogidos por Benito Alazraki en la célebre película Raíces, de 1954.

JOSÉ REVUELTAS

José Revueltas (México, 1914-1976) adaptador de guiones cinematográficos, activista y teórico político, fue miembro de una brillante familia artística. En 1928 ingresó en el Partido Comunista Mexicano, del que fue expulsado en 1943.

Obras

Dios en la tierra (1944),

Los días terrenales (1949) y

Los errores (1964), en estas tres novelas trata sus desacuerdos con la burocracia política del partido comunista.

El cuadrante de la soledad (1950), obra de teatro que sigue la temática de las novelas anteriores.

Los muros de agua (1941). Encarcelado numerosas veces por sus ideas, dejó testimonio en sus novelas.

El apando (1969), narra su paso por la penitenciaría, después de los sucesos de Tlatelolco, en los cuales participó.

El luto humano (1943) es una novela en la que emplea procedimientos estilísticos innovadores y anticipa problemas filosóficos y formales que después aparecerán en El laberinto de la soledad de Octavio Paz y Pedro Páramo de Juan Rulfo.

AGUSTÍN YÁÑEZ

Agustín Yánez (México, 1904-1980), escritor, abogado y político. Licenciado en Derecho, fue profesor universitario y gobernador de su estado natal. En 1945 fue nombrado coordinador de Humanidades de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y en 1946 embajador universitario en América del Sur. Entre 1964 y 1970 fue ministro de Educación Pública.

Obras

Al filo del agua (1947) inaugura la novela mexicana moderna al emplear técnicas narrativas nuevas como el monólogo interior y la alteración de planos temporales. Narra la vida de un pueblo rural en el estado de Jalisco. Sus personajes, prisioneros de la religión y llenos de culpabilidad y deseos, se ven sacudidos por los presagios del cambio revolucionario de 1910. Se diferencia de los novelistas de la Revolución Mexicana por la forma de relatar los acontecimientos desde la distancia y con intención estética: prosa ceñida y suntuosa. Su idea era la “historia como eterno retorno”.

Flor de juegos antiguos (1942),

Melibea, Isolda y Alda en tierras cálidas (1945),

La creación (1959),

La tierra pródiga (1960),

Ojerosa y pintada (1960),

Las tierras flacas (1962).

JUAN RULFO

Juan Rulfo (México, 1917-1986), novelista y cuentista, nacido en Apulco (Jalisco), escenario de la Guerra Cristera (1926-1929) que había de influir tanto en su vida y en su obra. En 1970 recibió el Premio Nacional de Literatura en México y en 1983 el Premio Príncipe de Asturias en España

Obras

Los hijos del desaliento (1938), novela que destruyó antes de terminarla por ser “una novela autobiográfica llena de divagaciones personales, sin ningún interés literario”.

El llano en llamas (1953), colección de diecisiete cuentos, la mayoría de los cuales gira en torno a la vida de los campesinos mexicanos.

Pedro Páramo (1955), llevado al cine en 1967 por el director Carlos Velo. En esta novela se advierte la discontinuidad cronológica y anecdótica que sirve como contrapeso necesario entre las palabras impresas y el silencio.  Pedro Páramo narra la historia de un niño que, atendiendo a la petición de su madre, va en busca de su padre a una región llamada Comala, creación del propio Rulfo, un espacio devastado por la violencia y habitado solo por almas en pena.

«Hace quince años era imposible no leer Pedro Páramo a la luz de la entonces vigente disputa sobre criollismo o regionalismo, versus cosmopolitismo» [Rodríguez Monegal]. Algunos etiquetan su obra como realismo mágico o simplemente como novela indigenista. Rulfo, emparentado con la tradición de la literatura de la Revolución Mexicana (Azuela, Guzmán, Muñoz), luego Revueltas (1943), o Yáñez (1947), antecedentes importantes de su obra, rompe con esos escritores e inaugura un nuevo lenguaje y una nueva forma novelística.

«Pedro Páramo es una de las mejores novelas de las literaturas de lengua hispánica, y aun de la literatura» [J. L. Borges].

CARLOS FUENTES

Carlos Fuentes (México, 1928-2012), escritor y ensayista, cosmopolita y polígloto, uno de los grandes narradores y pensadores mexicanos. Nació en la ciudad de Panamá, donde su padre era embajador de México. Estudió en Suiza y Estados Unidos. En Francia conoció a Octavio Paz, cuyos libros Libertad bajo palabra y El laberinto de la soledad ejercieron una enorme influencia en él.

En 1963 conoció en París a Julio Cortázar y a Mario Vargas Llosa y, un año más tarde, inició su amistad con Gabriel García Márquez. Sus obras han sido traducidas a varias lenguas y son constantemente reeditadas.

Entre sus premios literarios destacan: Premio Nacional de Literatura (México, 1984), Cervantes (España, 1987) y Príncipe de Asturias de las Letras (España, 1994).

Obras

Los días enmascarados (1954), colección de cuentos en la que empieza a definirse su narrativa: lo fantástico colinda con lo real y empieza a fusionar el mundo prehispánico con el actual.

La región más transparente (1958), su mera novela que lo consagró en los medios literarios mexicanos. Tata el tema de la ciudad de México en franco futuro apocalíptico, superpone distintas técnicas literarias y diversas clases sociales, así como diferentes épocas y culturas.

Las buenas conciencias (1959) explora otra vena más realista.

La muerte de Artemio Cruz (1962) reconstruye cincuenta años de la vida nacional y enjuicia la Revolución Mexicana. En esta novela adquiere su perfil característico y muestra la asimilación de técnicas modernas, como el monólogo interior y la alternancia de narradores, propias de la literatura estadounidense.

Aura (1962), una narración breve y uno de sus mejores textos, a caballo entre lo histórico y lo fantástico, es una versión singular del eterno tema del vampiro. Esta marración continúa trazando un gran fresco de la sociedad mexicana contemporánea.

Cuentos

Cantar de ciegos (1964),

Chac Mool y otros cuentos (1973) y

Constancias y otras novelas para vírgenes (1989).

novelas

Zona sagrada (1967) y

Cambio de piel (1967) regresa a lo épico y esboza una cosmovisión carnavalesca irreverente.

Terra Nostra (1975) es un trabajo intrincado con el lenguaje y la historia, uno de los textos más atrevidos que se hayan construido en español, en donde entrelaza distintos tipos de ficción y distintos mitos.

En La cabeza de la hidra (1978) ensaya una novela policiaca con un tema histórico mexicano.

Una familia lejana (1980) se enraíza en la fantasía y en la historia, relacionando varios continentes, diversos niveles de historicidad (el mundo prehispánico) y tradiciones literarias. «Es una de mis obras preferidas, porque quizá resume mis obsesiones mejor que ninguna otra» [Carlos Fuentes]

Agua quemada (1981)

Gringo viejo (1985) versa sobre el periodista y escritor estadounidense Ambrose Bierce y dio lugar a una película producida y protagonizada por Jane Fonda.

Cristóbal Nonato (1987)

La campaña (1990)

El naranjo o los círculos del tiempo (1993)

Diana o la cazadora solitaria (1994)

La frontera de cristal, una novela en nueve cuentos (1995)

Los años de Laura Díaz (1999)

Instinto de Inez (2001), sobre la relación amorosa entre un director de orquesta y una cantante de ópera.

Obras de teatro

Todos los gatos son pardos (1970),

El tuerto es rey (1970),

Los reinos originarios y Orquídeas a la luz de la luna (1982).

La silla del águila (2003), novela política escrita en clave epistolar sobre lo que será el México del año 2020.

Inquieta compañía (2004), seis relatos de misterio y fantasía.

Los 68 (2005), recopilación de tres textos sobre los movimientos estudiantiles de 1968 y sobre la influencia que esa agitación social tuvo en las sociedades occidentales.

Todas las familias felices (2006), libro compuesto por dieciséis relatos que narran las historias de otras tantas familias con la violencia y el dolor como puntos en común.

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