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La literatura precolombina

(comp.) Justo Fernández López

Historia de la literatura hispanoamericana

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LA LITERATURA PRECOLOMBINA

El autor en la literatura precolombina

Incluso en círculos sacerdotales donde se cultivaron formas muy desarrolladas del drama cultual, las obras no tienen autor. Por ejemplo, no conocemos el autor del Popol Vuh, la “Biblia de los mayas”, no sabemos quién lo redactó en caracteres latinos. Hay algunas excepciones, como el inca Pachaútec de la primera mitad del siglo XV, y el rey de Tezcuco Netzahualcoyótl, que era poeta y dirigía una especie de academia científica con carácter normativo en cuanto a expresión literaria y artística. Este rey fue aliado de Moctezuma I y subió al poder en el 1440.

No es posible establecer épocas de desarrollo ni periodos de la literatura precolombina; muy dispersos son los documentos que nos han llegado y la mayor parte de ellos fueron redactados después de la conquista a petición de algunos españoles o fueron escritos por los indígenas, una vez que aprendieron a escribir, para conservar para la posteridad lo que aún sabían de memoria de poesías, dramas y leyendas de sus antepasados. Los únicos periodos que podemos establecer en el desarrollo de estas culturas es a base de documentos arqueológicos: escultura, arquitectura y pintura.

En cuanto a los géneros literarios, tenemos mitopoemas, poemas sacros, poemas épicos, poemas líricos, poemas dramáticos o restos de dramas religiosos, proverbios, discursos educativos, sagas históricas y memorias de la historia más reciente. Para el periodo de la conquista tenemos abundantes documentos con la “visión de los vencidos” y el reflejo del choque cultural con el Viejo Mundo.

Disponemos de ejemplos de literatura precolombina maya y nahua (mixteca-tolteca-azteca), ambas de Mesoamérica. La literatura inca que conocemos posterior a la Conquista, ya que los incas no disponían de escritura de ningún tipo.

La literatura maya precolombina

El libro más importante que conservamos de los mayas y que recopila la mitología y el mundo religioso maya es el Popol Vuh, llamado la “Biblia maya” porque narra la creación del mundo. Este manuscrito es posible que fuera escrito en el 1555, como afirma Demetrio Sodi, pero como recopilación de la mitología prehispana.

A primeros del siglo XVIII el dominico padre Francisco Ximénez llega a Guatemala y Chiapas (México), aprende los dialectos mayas y en el 1701 va de párroco a Chichicastenango. El padre Ximénez debió de tener una gran capacidad para acercarse y ganar la confianza de los indígenas, pues al poco el cacique de la comunidad le entregó el libro sagrado de los mayas-quichés escrito en caracteres latinos y que debía circular entre la comunidad maya que sabía leer. Ximénez lo copió a dos columnas, añadiendo al original quiché la traducción española. Luego devolvió el original al cacique maya.

El Popol Vuh comienza con las famosas palabras Are V xe oher (“esta es la vieja tradición”), y termina con las amargas palabras Y es así como todo terminó en Quiché. El Popol Vuh es una especie de mitopoema que cuenta varias creaciones y destrucciones del mundo.

La primera parte es la más pura maya y parece reproducir una tradición pura maya. Nos cuenta, en la típica forma de narrar maya, la creación, los semidioses, las fuerzas infernales, el juego de pelota, la consumación de la creación.

La segunda parte cuenta la historia y origen de las dos tribus principales mayas, los quichés y los cakchiqueles. Esta parte muestra influencias de la lengua y de las tradiciones toltecas. La cultura tolteca fue destruida por los aztecas. Los toltecas emigraron luego a tierras mayas en Yucatán y crearon la cultura maya-tolteca.

El Popol Vuh fue escrito en caracteres latinos en los primeros años de la conquista y se parece algo a los primeros capítulos del Génesis de la Biblia del Viejo Mundo. Está estructurado de forma que se pueda retener en la memoria fácilmente mediante imágenes y partes rítmicas que casi suenan a poema:

El Popol Vu y el mito de la creación maya:

 

Los adivinos echaron sus suertes con maíz y granos de tzité [frijol rojo] y dijeron: ¡Ea, Sol! ¡Ea, Luna! Júntense y declaren si sería conveniente que el Creador forme al hombre de madera y si es este el que ha de ser sustentado después de ser formado.

¡Ea, habla Maíz! ¡Ea, habla tú, Tzité; tú, Sol; tú, Formadura! ¡Ea, Maíz! ¡Ea, Tzité! Y respondiendo el maíz y el tzité dijeron la verdad de este modo:

–Hacedlo así, que así estará bien y hablará la madera en labrando al hombre. Al punto fue hecha de madera la imagen del hombre; se multiplicaron y tuvieron hijos e hijas pero salieron tontos; sin corazón ni entendimiento. Anduvieron sobre la tierra sin acordarse del Corazón del Cielo.

No tenían agilidad en los pies y las manos estaban sin sangre ni humedad... Multiplicándose los hombres de madera sobre la tierra llegaron a ser muchos. Entonces el hombre fue castigado por el Corazón del Cielo. Cayó un diluvio de resina y de brea del cielo que los acabó y consumió.

Y viniendo todo género de animales, palos y piedras, los empezaron a golpear y al hablar las piedras de moler, los platos, ollas, perros y tinajas, los maltrataban y denigraban. Les decían los perros y las gallinas: “Muy mal nos tratasteis, nos mordisteis y comisteis, y asimismo os morderemos ahora”.

Las piedras de moler les decía: “Mucho nos atormentasteis, y toda la mañana y toda la tarde no nos dejabais descansar haciéndonos chillar holí, holí, huquí, huquí, cuando moléis maíz sobre nuestras caras; ahora probaréis nuestras fuerzas, moleremos vuestras carnes y haremos harina vuestros cuerpos”.

Y los perros hablando les decían: “Por qué no nos dabais comida y solo mirábamos cuando comíais? Nos tratabais de este modo porque no hablábamos. Ahora probaréis nuestos dientes que tenemos en la boca y os comeremos”.

Las ollas les hablaron de esta forma: “Dolor y pena nos disteis. Nos quemasteis nuestras bocas y rostros, siempre los teníamos tiznados y siempre puestos al fuego, nos quemasteis y abrasasteis y así ahora os quemaremos a vosotros”.

Y las piedras en que se ponen las ollas al fuego les decían: “Siempre nos tuvisteis al fuego causándonos gran dolor, ahora os quebraremos la cabeza”.

Habiéndose acercado el tiempo de la creación, el Ahau Tepeu y el Ahau Kukumatz buscaron la sustancia para hacer la carne del hombre. Consultaron entre sí de qué forma lo harían porque los pasados hombres habían salido imperfectos. Buscando cosa que pudiera servir para carne de aquel, se les manifestó en esta forma: Cuatro animales les manifestaron la existencia de las mazorcas de maíz blanco y de maíz amarillo. Estos animales fueron: Yak, el Gato de Monte; Utiú, el Coyote; Quel, la Cotorra; y Hoh, el Cuervo. La abuela Ixmucané tomó del maíz blanco y del amarillo e hizo comida y bebida, de las que salió la carne y la gordura del hombre, y de esta misma comida fueron hechos sus brazos y sus pies. De esto formaron el Señor Teueu y Kukumatz a nuestros primeros padres y madres. Los primeros hombres que fueron creados fueron: Balam Quitzé, el Tigre de la Risa Dulce; el segundo, Balam Acab, Tigre de la Noche; el tercero, Mahucutah, No Acepillado; el cuarto Iquí Balam, Tigre de Luna.

Mucho gozo fue el que tuvieron cuando despertaron y hallaron cada uno su mujer al lado. La mujer de Balam Quitzé se llamaba Cahá Paluná, Agua Parada que cae de lo Alto. La segunda se llamaba Chomihá, Agua Hermosa y Escogida, mujer de Balam Acab. La tercera se llamaba Tzununihá, Agua de Gorriones, mujer de Mahucutah. Caquixahá, Agua de Guacamaya, era el nombre de la mujer de Iquí Balam.

Y aquellos cuatro hombres fueron nuestros primeros padres, y estos son los nombres de las mujeres de donde descendemos nosotros, los Quichés. Muchos se multiplicaron. Continuamente hacían oración levantando sus caras al cielo: “Oh, Tú, que eres Creador y Formador. Míranos, no nos desampares. ¡Tú, Corazón del Cielo y de la Tierra! ¡Dadnos descendencia para siempre! ¡Tú, Huracán, Chipí, Caculhá, Raxá Cuculhá, Tepeu, Kukumatz, que nos engendrasteis, que nos hicisteis vuestros hijos!

En estos tiempos nuestros primeros padres no tenían ídolos de madera ni de piedra y, deseando buscar unos, una gran multitud del pueblo los siguió y llegaron a un paraje llamado Tulán donde los encontraron.

En los Anales de los Cakchiqueles encontramos los mismos mitos de la creación:

 

Cuando hicieron al hombre, de tierra lo fabricaron, y lo alimentaron de árboles, lo alimentaron de hojas. Únicamente tierra quisieron que entrara en la formación. Pero no hablaba, no andaba, no tenía sangre ni carne, según contaban nuestros padres y abuelos. ¡Oh, hijos míos! No se sabía qué debía entrar en el hombre. Por fin se encontró de qué hacerlo. Solo dos animales sabían que existía el alimento en Paxil, nombre del lugar donde se hallaban aquellos animales que se llamaban Coyote y Cuervo.

El animal Coyote fue muerto y entre sus despojos, al ser descuartizado, se encontró el maíz. Y yendo el animal llamado Tiuh-tiuh a buscar para sí la masa del maíz, fue traída de entre el mar por el Tiuh-tiuh la sangre de la culebra y con ella se amasó el maíz. De esta masa se hizo la carne del hombre por el Creador y el Formador. Así supieron el Creador, el Formador y los Progenitores cómo al hombre formado, según dijeron.

Habiendo terminado de hacer al hombre formado resultaron trece varones y catorce mujeres; había una mujer de más. En seguida hablaron, andivieron, tenían sangre y carne. Se casaron, se multiplicaron. A uno le tocaron dos mujeres. Así se unieron las gentes, según contaban los antiguos ¡oh, hijos nuestros!

Tuvieron hijas, tuvieron hijos aquellos primeros hombres. Así fue la creación del hombre, así fue la hechura de la Piedra de Obsidiana.

Literatura náhuatl (azteca)

Los pueblos mesoamericanos de habla nahua eran los más cultos y organizados a la llegada de los españoles. Los aztecas, de la familia nahua, impusieron su lengua a todas las demás regiones y pueblos mexicanos. La unidad de la lengua en el Imperio Azteca facilitó la penetración hispana en todos los pueblos dominados. Es verdaderamente asombrosa la suma de escritos en lengua náhuatl que se llegaron a rescatar, a pesar de la quema de libros aztecas y mixtecas que hizo el obispo de México, Juan de Zumárraga. De los pueblos nahua conservamos más literatura que de ningún otro pueblo precolombino.

Ejemplos de poemas sacros aztecas. Poema sacro-épico azteca:

 

El Quinto Sol:

Cuatro años había ardido el horno sacro allé en Teotihuacán. Y el dios de la vida (Tonacatecuhtli) y el dios del tiempo (Xiuhteuctli) llamaron al lleno de llagas (Nanáhuatl) y le dicen: “¡Tú tienes que sostener ahora el cielo y la tierra!” Y el dios se puso triste y dijo así: “¿Qué están diciendo? ¡Hay dioses allí! Yo soy infeliz enfermo”. Habla el dios de las lluvias (Tlalocantecuhtli) y habla el dios de los cuatro rumbos del mundo (Nappatecuhtli). Ellos lo mandaron. El dios llagado (Nanáhuatl) ya se pone a hacer penitencia: toma su rama de abeto, punza las piernas en señal de sacrificio y la Luna hace penitencia. Luego se va al baño y en pos de él va la Luna. Cuando hubo acabado el periodo de cuatro días para hacer la penitencia, el dios llagado ya toma sus plumas y se pone las blancas rayas de la víctima del sacrificio. Ya se va a arrojar al fuego. Pero la Luna aún está aterida, anda escupiendo por el frío. Ya va el dios llaga y se arroja al fuego: en puras llamas cayó. Ya va la Luna y se echa al fuego: solo en ceniza cayó.

Poemas líricos aztecas:

 

Yo perforo esmeraldas:

Yo oro estoy fundiendo:

¡Es mi canto!

En hilo ensarto ricas esmeraldas:

¡Es mi canto!

[Del rey de Tlacopán]

 

Sobre las flores canta el hermoso faisán:

Ya sus cantos desata el Dueño del mundo.

Y solo le responden sus propias aves.

Son las aves rojas bellas que cantan.

Un libro de pinturas es tu corazón:

Viniste a cantar, oh poeta,

Y tañes tu atabal.

Es que en la primavera deleitas a los hombres.

[De Nezahualcóyotl]

 

¿Qué es lo que dice el ave roja del dios?

Es cual un repicar de sonidos: anda chupando miel.

¡Qué se deleite: ya se abre su corazón: es una flor!

Ya viene, ya viene la mariposa:

Viene, viene volando; viene abriendo sus alas:

sobre las flores anda chupando miel.

¡Que se deleite: ya se abre su corazón: es una flor!

[de Tenochtitlán, anónimo]

 

Me siento fuera de sentido,

Lloro, me aflijo y pienso,

Digo y recuerdo:

Oh, si nunca yo muriera,

si nunca desapareciera.

¡Vaya yo donde no hay muerte,

donde se alcanza victoria!

Oh, si nunca yo muriera,

si nunca desapareciera.

[De Nezahualcóyotl]

 

Solo venimos a dormir, solo venimos a soñar:

¡No es verdad, no es verdad que venimos

a vivir en la tierra!

Como hierba en cada primavera nos vamos convirtiendo:

Está reverdecido, echa sus brotes,

nuestro corazón.

Algunas flores producen nuestro cuerpo

y por allá queda marchito.

[de Tenochtitlán, anónimo]

Prosa didáctica azteca: Exhortación e instrucción a las hijas:

 

Estás aquí, collar mío, plumaje mío, criatura mía, hija mía: prueba de mi fuerza viril, de mi sangre y de mi linaje. Óyeme pues ahora y acoge lo que te diga: Has nacido, has llegado a la vida. Ya vas viendo cómo son las cosas y qué sentido tienen: No hay placer, no hay alegría; se sufre y se tiene penas; hay cansancio, hay agotamiento y de hí el dolor brota. Sí, oye ahora: Lugar penoso es la tierra, sitio que al hombre hace llorar, que le amarga la entraña y hace amargo todo cuanto saborea: agua helada, viento helado por todas partes se derraman. Y sobre nosotros cae muy de veras calor, viento. Y hay hambre y hay sed.

En suma, eso es así. Óyeme pues, hija mía: La tierra no es sitio de dicha: no hay en ella alegría, no hay felicidad. Suelen decir que es lugar de alegría con pena y dicha con dolor. Decían antaño los viejos: Para que no siempre andiviéramos llorando, para que no siempre anduviéramos tristes nos dio el Señor la risa, el sueño, el sustento, nuestra fuerza, nuestro brío y aquel placer de la carne con que se propagan los hombres. Todo eso alivia la vida en la tierra, con que no andemos llorando.

Es uno lo que es: rey,  jefe de guerra, persona que rige, que se llega a Águila y Tigre. Todo es afán, contienda y trabajo. Se busca mujer o se busca marido. Pues siendo esto así, hija mía, favor de oírme: Aquí está tu madre y señora, de sus entrañas y de su seno te desgarraste y desprendiste cual si fueras una hierbecita, como si fueras una plantita, de ella has brotado y florecido: es como si estando dormida hubieras despertado. Ve, pues: oye, entiende, esa es la vida humana. No vivas vida vana, no vivas sin cordura, no andes por lugares inciertos. Ahí están tus deberes: Todo el día y toda la noche de culto a los dioses. Clama, echa tu voz al que es nuestro dueño, el que es Noche y Viento.

No te des gusto en la cama; no te sientas a gusto en tu calor, sino que debes tomar primeramente el incensario: no lo omitas.

Cuando hayamos muerto, cuando hayamos desaparecido y nos haya ocultado el Señor, tendrás que vivir al amparo de otras personas. No te entregues a una vida de disolución ni te sientas feliz con la basura. Mucha calma: si alguno se fija en ti, no lo desdeñes, no le des con el pie. Acógelo, no pases dos y tres veces a su lado, haciendo la retraída... No te entregues al que va de paso. Uno solo unido a ti y hasta el fin. No lo abandones, apriétate y cuélgate a él. No importa que sea un pobre caballero Águila.

[Texto recogido por Sahagún]

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