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Masonería en los siglos XIX-XX

(comp.) Justo Fernández López

España - Historia e instituciones

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La Masonería siglos XIX-XX

La masonería

Masonería o francmasonería: Asociación universalmente extendida, originariamente secreta, cuyos miembros forman una hermandad iniciática y jerarquizada, organizada en logias, de ideología racionalista y carácter filantrópico.

La francmasonería se definía como una asociación de hombres libres y de buenas costumbres, que tiene por único y exclusivo objetivo el mejoramiento social de la humanidad.

El secretismo hace de la masonería una organización misteriosa. Los masones no aceptan la norma de las puertas abiertas y prefieren seguir refugiados bajo un manto de semiclandestinidad.

La masonería en el siglo XVIII

Los orígenes de la francmasonería en España se remontan al siglo XVIII.  La primera logia fue fundada en 1727 en Madrid por el inglés Duque de Wharton y fue conocida con el nombre de «La Matritense». Pero durante la mayor parte del siglo XVIII las escasas logias que se fundaron tuvieron una vida precaria, pues fueron perseguidas por la Inquisición en aplicación de las bulas papales y la Real Cédula de Fernando VI, del 2 de julio de 1751, que prohibían la masonería.

Tras la publicación de Centinela del franciscano José Torrubia, recopilación de textos antimasones, la masonería quedó asociada a la herejía, a los judíos, al ateísmo, etc.

Hasta 1843 no aparecerá el término francmasonería, que el DRAE definía como: "asociación clandestina, en que se usan varios símbolos tomados de la albañilería, como escuadras, niveles, etc.".

Es frecuente dar como fecha de la fundación de la primera Gran Logia Española el año 1767, año de la expulsión de los jesuitas. Su fundador sería Pedro Pablo Abarca de Bolea y Ximénez de Urrea, conde de Aranda (1719-1798). Pero sobre esto no hay unanimidad entre los historiadores.

Según José Antonio Ferrer Benimeli, todas las noticias dadas hasta ahora sobre la masonería del conde de Aranda, aparte de no contar con una sola prueba, ni siquiera ofrecen un mínimo de certeza, ya que todas ellas son confusas y contradictorias, cuando no claramente falsas.

La masonería española en los siglos XIX-XX

Desde el siglo XIX, las historia de España se puede resumir en un constante empeño en imponer instituciones liberales progresistas en una sociedad conservadora atrasada y reacia a todo cambio. En el primer tercio del siglo XIX, el protagonismo lo ocuparía la lucha entre el absolutismo y el liberalismo como sistemas políticos en conflicto: carlismo absolutista contra liberalismo.

Mitos sobre la masonería en España

«En ningún momento (la masonería) tuvo fuerza, autoridad ni intervención en los negocios del Estado.» (Diego Martínez Barrio)

La supuesta fundación de la masonería por parte del Duque de Aranda; que Francisco Pi i Margall era masón; que el odio de Franco hacia los masones era debido a que se le había negado su entrada en la logia Lukus de Larache en 1925; que en torno a la masonería existen poderes ocultos para conseguir el poder total.

La masonería defendió activamente los derechos humanos. Muchas logias en España se manifestaron en contra de la abolición de la pena de muerte y de la reforma penitenciaria, defendían el pacifismo y participaron muy activamente en el Congreso Internacional de Librepensamiento de Bruselas en 1895, respaldando iniciativas como la Conferencia de Paz de la Haya de 1899.

¿Cuántos masones han ejercido en España funciones políticas?

Diez presidentes de gobierno han pertenecido a la masonería desde la Revolución de 1868 (“La Gloriosa”), empezando por el general Juan Prim, y terminando con la Segunda República (1931-1939), en el que la nómina de políticos masones fue mayor.

La masonería española no puede ser considerada como un grupo de presión al que estaban supeditados los comportamientos individuales y las directrices de ciertos partidos. Sí existió una marcada vocación política, pero nunca fue de partido, sino de tendencia y de principios generales, que estaban enmarcados dentro de los ideales democráticos y de justicia social, que de ninguna manera son ni han sido privativos de la masonería.

Reinado de Fernando VII (1808-1833)

Con la invasión de las tropas napoleónicas de 1808 se fundan logias como instrumento de la política de Napoleón. En Barcelona hubo seis y estaban integradas en su mayoría por militares franceses. Esta masonería bonapartista desapareció en 1813 cuando los franceses abandonaron España.

En la España no "afrancesada" o "patriota" durante la Monarquía de José I Bonaparte, también proliferaron las logias masónicas, así como los periódicos antimasónicos, que cultivan el mito de la "nocturnidad" con la que actúan las logias masónicas y mantienen el discurso antimasónico descalificador del siglo XVIII.

Tras la restauración en 1814 de la Monarquía absoluta por Fernando VII, volvió la Inquisición y la obsesión antimasónica y denuncias que llevaron al cierre de logias. Los masones extranjeros fueron expulsados de España y los españoles fueron obligados a hacer ejercicios espirituales para volver al camino de la fe. El poder político aprovechó la sospecha de masonería como instrumento para deshacerse de los críticos al absolutismo de Fernando VII.

El Trienio Liberal (1820-1823) y la Década Ominosa (1823-1833)

La masonería reaparece en el Trienio Liberal, en el que desarrolla un papel político, pero fue reprimida de nuevo durante la Década Ominosa, en la que vuelve la obsesión antimasónica. En 1824 Fernando VII promulgó una Real Cédula prohibiendo "en los dominios de España e Indias, todas las Congregaciones de Francmasones, Comuneros y otras Sectas Secretas".

Reinado de Isabel II (1833-1868)

Aunque en 1834 la regente María Cristiana de Borbón decreta una amnistía para los francmasones, sigue manteniendo la prohibición de la misma. Poco después se funda en Lisboa el Gran Oriente Nacional de España y en 1839 el Soberano Capítulo Departamental de Barcelona dependiente del Gran Oriente.

Durante este período los masones permanecen en la clandestinidad, lo que no impide que a partir del Bienio Progresista (1854-1856) la masonería cobre nuevo impulso, especialmente entre los independentistas americanos.

Sexenio Democrático (1868-1874)

La expansión de la masonería se produce durante el Sexenio Democrático. Amparada en las libertades proclamadas por la Revolución del 68, la masonería española experimentó explosión numérica y una consecuente reorganización. Durante este período los masones pudieron darse a conocer y expresar públicamente sus opiniones. Con la llegada de Alfonso XII el proceso de crecimiento siguió en aumento.

Los grandes momentos de la masonería española fueron los presidentes del Sexenio Democrático (1868-1874) y parte de la Restauración, y los de la República que acaba en la Guerra Civil.

Los dirigentes masones llegan al poder tras el destronamiento de Isabel II. La masonería llega a las altas esferas tras La Gloriosa, que consagra en la Constitución de 1869 la libertad de reunión, asociación y una mayor apertura en el mundo periodístico.

Los cuatro primeros Jefes de Gobierno masones, fueron Juan Prim, Práxedes Sagasta, Manuel Ruiz Zorrila y Segismundo Moret. Aunque no todos fueron masones convencidos, sino que usaron la masonería para hacer carrera en la política. No pocos personajes utilizaban la estructura e influencia de la masonería para hacer carrera política o para ganar prestigio. Muchos de ellos ostentaban cargos importantes sin tener grandes conocimientos sobre la masonería y sin colaborar activamente en trabajos masónicos.

Sobre la relación de Prim y Sagasta a la masonería existen todavía serias dudas. El único consecuente con su condición de masón fue Segismundo Moret. Juan Prim y Prats, Manuel Ruiz Zorrilla, Práxedes Mateo Sagasta y Segismundo Moret y Prendergast fueron miembros del Partido Progresista.

La masonería latina era de ideología progresista y composición burguesa. Esta masonería se convirtió al positivismo científico y a la defensa del sufragio universal en la segunda mitad del siglo XIX.

Pero durante el sexenio también proliferaron las obras antimasónicas, que criticaban sobre todo que la masonería se arrogara un carácter civilizador, benéfico y moral y, sin embargo, se envolviera en las tinieblas del secretismo ocultándose a los ojos de todos.

Restauración borbónica (1875-1902)

La Constitución de 1876 y el sistema bipartidista de Cánovas y de Sagasta seguían permitiendo actividades masónicas. La Ley de Asociaciones de 1887 concedió por primera vez a la masonería española ciertos resquicios para su adscripción legal. Sin embargo, el proceso de divisiones y subdivisiones internas, por una parte, y la inculpación como responsable de la pérdida de las Colonias, por otra, dieron al traste con el definitivo asentamiento de la masonería española, sumiéndola en una crisis, localizada entre 1896 y 1900.

La "época dorada" de la masonería española iniciada en el Sexenio Democrático (1868-1874) se prolongó durante la Restauración. Durante las últimas décadas de la centuria, la masonería buscará participar muy activamente en los temas que más preocupaban en la época: la educación, la “cuestión social” y la defensa de los derechos humanos. Varios miembros de la Orden, como Sanz del Río, Luis Simarro, Gumersindo Azcárate o Miguel Morayta, colaboraron activamente en la Institución Libre de Enseñanza (ILE), modelo de enseñanza secularizada que buscaba fomentar el espíritu crítico y la curiosidad por el saber.

En Barcelona se crea la Sociedad de Amigos de Enseñanza Laica que coordinaba las actividades de nueve escuelas creadas por logias catalanas. Francisco Ferrer i Guardia, crea la Escuela Moderna en 1908. Masones como Blasco Ibáñez o Rosendo Arús colaboran con el sostenimiento de diversas escuelas participaron y crean bibliotecas públicas destinadas a la formación en la clase obrera.

En 1883 se crea la Comisión de Reformas Sociales (CRS) con la intención de armonizar las relaciones entre capital y trabajo. Un proyecto que, a principio del siglo XX, cristalizaría en el Instituto de Reformas Sociales. Aunque la CRS estaba influenciada por el krausismo, del masón alemán Krause, que busca la armonía social y se guía por los principios de hermandad, su presidente y fundador Segismundo Moret así como el secretario Gumersindo Azcárate y varios de los miembros de la CRS eran masones.

Durante estos años también crece la antimasonería. En 1884 el papa León XIII publica la encíclica Humanum Genus (el género humano), cuyo primer artículo reza “la Iglesia frente a la masonería”:

 

«Nuestros antecesores los Romanos Pontífices, velando solícitamente por la salvación del pueblo cristiano, conocieron la personalidad y las intenciones de este capital enemigo tan pronto como comenzó a salir de las tinieblas de su oculta conjuración. Tan pronto como una serie de indicios manifiestos -instrucción de proceso, publicación de las leyes, ritos y anales masónicos, el testimonio personal de muchos masones- evidenciaron la naturaleza y los propósitos de la masonería, esta Sede Apostólica denunció y proclamó abiertamente que la masonería, constituida contra todo derecho divino y humano, era tan perniciosa para el Estado como para la religión cristiana. Y amenazando con las penas más graves que suele emplear la Iglesia contra los delincuentes, prohibió terminantemente a todos inscribirse en esta sociedad.»

Como escribe Pere Sánchez:

 

«Los motivos para atacarla con tanta virulencia eran de diferente tipo. A un cierto nivel, la masonería desautorizaba espiritualmente el catolicismo y tenía la pretensión de ser la religión de «recambio», sin dogmas, que sustituiría a la católica. Por si eso fuera poco se había situado en el bando enemigo. Pedía concordatos, enseñanza laica, cementerios civiles, abolición de las Órdenes regulares y de los jesuitas, libertades políticas, etc. La masonería hizo del anticlericalismo uno de los ejes básicos de su intervención en la política y en la sociedad.»

Los ataques de la Iglesia católica a la masonería reforzaron a los masones en su defensa de las libertades y de la caridad humana. En este clima antimasónico, cuando estallaron los movimientos independentistas en Cuba y Filipinas en 1896, la masonería fue acusada de colaborar con los independentistas y la policía clausuró las sedes de la masonería en España, incautándose de toda la documentación y deteniendo a algunos dirigentes. Esta represión policial llevó a la crisis de la masonería a finales del XIX, que no volvió a recuperar la época dorada del último tercio del siglo.

Reinado constitucional de Alfonso XIII (1902-1931]

En la "cuestión regional" en las organizaciones masónicas se enfrentaban dos concepciones del Estado español: una centralista, con sede en Madrid, y otra federalista, con sede Cataluña y Baleares.

En el primer tercio del siglo XX, las logias dejaron de ser un lugar exclusivo de las "clases medias", poco a poco se fue incorporando la clase obrera, aunque fue siempre minoritaria. Los primeros fueron los anarquistas catalanes que desde finales del XIX se habían integrado en las sociedades masónicas, como algunos dirigentes de la FTRE, como Anselmo Lorenzo, que desde 1883 mantuvo una intensa actividad en la logia barcelonesa Hijos del Trabajo y después llegó a ser Maestro Venerable y Orador de la logia Lealtad.

Tras el triunfo de la Revolución de Octubre de 1917 en Rusia, la III Internacional prohibió en 1921 la pertenencia a la masonería a los miembros de la Internacional, al considerarla una institución "burguesa". Las logias catalanas Lealtad y Fénix, integradas en el Gran Oriente Español, condenaron públicamente la III Internacional.

Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930)

La política represiva de la Dictadura de Primo de Rivera respecto de la masonería ha sido calificada como arbitraria e incoherente, pues mientras en Madrid se celebraba la VI Asamblea Nacional Simbólica en mayo de 1927, muchas logias catalanas estaban clausuradas y algunos de sus miembros encarcelados. Durante ese tiempo el Gran Oriente Español siguió siendo hegemónico, pues contaba con más de cien logias, aunque la Gran Logia Española sobrepasaba las cincuenta.

Segunda República Española (1931-1936)

La propaganda franquista quiso descalificar a la Segunda República Española argumentando que era obra de la masonería. En las Cortes de 1931 a 1933, el número de masones fue bastante elevado: de los 458 diputados, 183 eran masones = el 39 % de los escaños. Pero la mayoría anteponían sus ideas políticas a las ideas masonas. Pero parece que la organización no dominó la política en el siglo XIX ni en la Segunda República; a los diputados masones les importaba más la defensa de la ideología de su partido político.

De Esquerra Republicana de Cataluña, 10 diputados de 26 eran masones; de Acción Republicana, 19 de 28; del Partido Radical-Socialista, 34 de 54; en los federales de diversas tendencias, 48 de 89 y en el grupo del Partido Socialista Obrero Español, 44 de 119.

De los diecinueve Gobiernos de la Segunda República, dieciséis estuvieron presididos por masones. Niceto Alcalá Zamora y Joaquín Chapaprieta fueron las excepciones. Eran masones seis de los once ministros del primer Gobierno (Martínez Barrio, Domingo, De los Ríos, Lerroux, Albornoz y Casares; Azaña aún no había sido iniciado). Es de reseñar la abundante presencia de masones en el posterior exilio republicano.

Seis de los once miembros del Gobierno Provisional eran masones: Manuel Azaña, Alejandro Lerroux, Diego Martínez Barrios, Ricardo Samper, Manuel Portela Valladares, y Santiago Casares Quiroga. Pero para ellos la política era más importante que la masonería. Manuel Azaña solo asistió a una sesión de iniciación y no volvió; Lerroux utilizó a la masonería solo para hacer carrera en la política. Ricardo Samper y Manuel Portela eran masones no del todo convencidos. Casares Quiroga acabó siendo expulsado. Solo Diego Martínez Barrios fue convencido masón y llegó incluso a Gran Maestre del Oriente Español.

Dictadura del general Franco

Tras la guerra civil, los nacionales culparon a los masones de todos los males del país. Francisco Franco, Luis Carrero Blanco y Arias Navarro eran antimasones obsesivos.

El 1 de marzo de 1940 el régimen franquista promulga la Ley de Represión de la Masonería y el Comunismo, instrumento básico de persecución, obsesionados como estaban Franco y los vencedores de la guerra por considerar máximos responsables de todos los males de España a quienes caían bajo ese amplio paraguas de la masonería y el comunismo. En virtud de esa ley se creó el Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y del Comunismo, que actuó hasta 1963, año en que fue sustituido por el Tribunal de Orden Público.

Durante la represión posterior a la Guerra Civil de 1936-1939, se estima que unos 10.000 españoles fueron fusilados por el mero hecho de ser francmasones. La masonería española durante la dictadura franquista solo existió en el exilio.

Transición democrática (1975-1982)

Tras la aprobación de la Constitución de 1978, la Masonería fue legalizada en España el 19 de mayo de 1979 por una sentencia de la Sala de lo Contencioso-Administrativo de la Audiencia Nacional. La Audiencia Nacional basó su sentencia en el libre derecho de asociación, reconocido y amparado en la Constitución.

Masones no españoles

Otros presidentes de gobiernos extranjeros que también pertenecieron a una logia: Los mexicanos Benito Juárez y Lázaro Cárdenas; los estadounidenses George Washington, y Franklin D. Roosevelt y el chileno Salvador Allende. Otros personajes: Dickens, Beethoven, Mozart, Chagall, Napoleón, Fleming, Sorolla, Ramón y Cajal y a Buffalo Bill.

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