Hispanoteca - Lengua y Cultura hispanas

3-Edad de los metales - Bronce y hierro

(comp.) Justo Fernández López

Historia del arte en España

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Períodos del Bronce y del hierro

La cultura talayótica de las islas baleares

La cultura talayótica es la etapa cultural que se desarrolla en las Islas Baleares (Mallorca y Menorca en época prehistórica) durante la edad del bronce y la edad del hierro. También se han encontrado restos de esta cultura a islotes de Mallorca como el Islote des Porros o en la cueva de sa Font y en cala Lledó de la Dragonera. En las Pitiusas no fue nunca presente.

La cultura talayótica se llama así por su monumento más característico, el “talayote” (del árabe hispánico aláya), monumento megalítico de las islas Baleares, semejante a una torre de poca altura. Es una construcción con piedras de gran peso, apiladas unas sobre otras. Los talayotes son como torres de cono truncado.

Las taulas (del catalán taula, ‘mesa’) son un monumento megalítico abundante en Mallorca, constituido por una piedra hincada verticalmente en el suelo, que soporta otra plana horizontal, con la que forma como una T. Son como mesas de piedra, en las que se exponían los cadáveres para que fueran devorados por los pájaros y luego ser retirados sus huesos a las navetas (del diminutivo desusado de “nave”), monumento megalítico de Baleares, de la Edad del Bronce, que tiene forma de nave invertida. En las Islas Baleares hay más de mil monumentos de este estilo.

Hay que tener en cuenta que el complejo cultural conocido como talayótico comprende un arco temporal muy amplio, y no existe un acuerdo unánime, entre los investigadores, en cuanto a la sistematización de sus etapas y su cronología. Por otra parte, esta cultura presenta diferencias significativas, en sus características como posiblemente su desarrollo cronológico, entre Mallorca y Menorca.

El talayot

Se trata del elemento arquitectónico que da nombre a la etapa cultural. Son los monumentos más numerosos de la Menorca prehistórica (más de 300), pero debido a la falta de excavaciones, se puede decir que son las estructuras más desconocidas del período. Con recientes excavaciones parece que su origen debe situarse a finales del II milenio a.C. y perdurarían en uso hasta más o menos el 500 a.C. Los talayots de Menorca, al contrario que los de Mallorca, presentan una gran diversidad tipológica, se documentan talayots con estructuras adosadas como el de Cornia, de planta cuadrangular, de forma elíptica, con cámara interior como el de San Agustín, con corredor, etc.

No se conoce con certeza, la función de estos edificios que debido a su diversidad tipológica puede responder a varias funciones como la de torre de vigilancia dentro de los poblados, edificio con ciertos caracteres cultuales, elementos simbólicos destinados a la representación del poder de la clase dominante, elementos de control del territorio, etc.

En Menorca hay evidencias claras de la construcción de talayotes hacia el año 1000 a.C., como por ejemplo a Cornia Nou, mientras que en Mallorca parece que las evidencias más antiguas no irían más allá del 850 a.C. En ambas islas, parece que al menos algunos de estos edificios entrarían en decadencia entre el 600 y el 500 a.C., coincidiendo con el inicio de la influencia del mundo púnico. Esta fase, llamada período postalayótico,periodo talayótico final, o período baleárico se caracteriza por la creciente influencia de la cultura púnica. Finalizó con la conquista romana de las islas el 123 a.C.

La edad del bronce (2000-1000 a.C.)

España no ha tenido propiamente un arte autóctono en la Edad del Bronce. Parece que los restos que quedan de esta edad fueron traídos por otras culturas invasoras (pueblos celtas). Algunos creen que fueron una débil evolución del Neolítico. Para otros fueron fruto de una colonización micénica en España.

Tenemos en esta edad un culto a las palomas y a los toros, como símbolo de fecundidad y de la potencia fructificadora (recordemos el mito del Rapto de Europa y del Minotauro en Creta).

El arte de la Edad del Bronce está representado en España por las sepulturas de El Algar (Almería).

La cultura del algar (Antas, Almería)

La cultura argárica es una manifestación y expresión de los poblados del sudeste de la península ibérica en la Edad del Bronce, que formaron una de las sociedades de mayor relevancia en la Europa del III y II milenios a. C. y de las mejor estudiadas gracias al excelente estado de conservación de los restos arqueológicos. Este complejo cronocultural es considerado indicativo de los procesos de jerarquización sociales que se extendieron por Andalucía oriental y el Levante español. Debe su nombre al yacimiento epónimo de El Argar, en el municipio de Antas, Almería.

Es una de las más complejas de la prehistoria española. Es una densa necrópolis en la que se han estudiado hasta 950 tumbas. Las tumbas de las mujeres contienen un vaso grande y otro pequeño. La de los hombres solamente un vaso. Encontramos en estas tumbas punzones, puñales y cuchillos de toda clase.

Los yacimientos de El Algar son de los más interesantes para la prehistoria de Europa. La cerámica tiene como característica la de que los vasos están hechos a mano, sin la ayuda del torno. Son grandes vasos en forma de huevo. Se conservan más de 650 vasos encontrados en las tumbas.

La cultura argárica es la verdadera representación de la primera Edad del Bronce en España. La mayoría de los poblados argáricos conocidos se encuentran situados en alto y bien defendidos, aunque se conocen algunos asentamientos de menor entidad situados en llano. Los primeros estaban constituidos por edificios de planta rectangular o trapezoidal construidos mediante piedra, tapial o adobe en las laderas aterrazadas artificialmente de los cerros. Hay construcciones de carácter doméstico, con hogares, utillaje y recipientes de almacenamiento, y otras, mayores, dedicadas a talleres, actividades productivas y almacenes centralizados. Ciertos poblados presentan estructuras defensivas como murallas y torres, pero la mayoría no las necesitaban debido a su estratégico emplazamiento en altura. Su tamaño era bastante modesto, habiéndose estimado que en núcleos de cierta entidad como Gatas IV y Fuente Álamo III-IV vivirían entre 300 y 500 personas, 17 en el mismo El Argar unas 500 y en La Bastida de Totana 600 habitantes.

Si algo caracteriza al grupo argárico son los enterramientos, que se realizaban casi siempre en el interior de los espacios habitacionales. Las inhumaciones se realizaban en el interior de fosas, covachas, cistas o grandes tinajas cerámicas denominadas pithoi, predominando en el litoral estas últimas y en el interior las fosas. Las ofrendas funerarias presentan grandes diferencias entre ellas y su análisis ha permitido plantear la hipótesis de jerarquización social.

La edad del Hierro (1000-200 a.C.)

En la Edad del Hierro entran en España los colonizadores. Es la edad de los primeros pobladores más conocidos de la Península, que recibe influencias de Egipto, Babilonia y Asiria traídas por los marinos mercantes que comerciaban por el Mediterráneo y arribaban a las costas españolas.

Los colonizadores o comerciantes griegos dejaron huellas de su influencia en las famosas e impresionantes ruinas de Ampurias (en griego, Emporion) del siglo VI a.C. Pero el arte traído por los griegos no llegó al interior de la Península, quedándose en las costas.

De los fenicios quedan importantes huellas artísticas en la provincia de Cádiz: Punta de la Vaca y Punta de Tierra.

El arte ibérico

Los iberos y los celtas son tenidos como los primeros pobladores de España propiamente dichos. Los celtas entraron por el norte y los iberos por el sur y el este.

Pueblo ibero, grupo de pueblos que habitaron el sur y el este de la península Ibérica (España y Portugal) entre los siglos VI a.C. y II a.C. y que, pese a su diversidad, manifestaron características comunes, probablemente resultado de un proceso de aculturación como consecuencia de su prolongado contacto con los pueblos colonizadores mediterráneos (púnicos y griegos).

Estos pueblos diferían entre sí en función de su ubicación en el litoral o en el interior, cerca de los asentamientos griegos de Cataluña o de los púnicos de Andalucía y Levante, de su mayor o menor grado de urbanización, de su forma de gobierno monárquica o aristocrática, de su dedicación prioritaria a la agricultura, ganadería, minería o comercio, entre otras muchas variables. Todo ello nos está hablando de la tremenda falacia que supuso hasta fechas recientes el considerar a todos estos pueblos miembros de un solo mundo o universo político.

El arte ibero comprende el  periodo artístico que abarca desde el siglo VI hasta el siglo I a.C. y que se extiende por la vertiente mediterránea y el sur de la península Ibérica. Iberia era el nombre con el que los antiguos griegos denominaban a la península Ibérica en general, y en particular, a la zona del Mediterráneo.

El arte ibero (distinto del celtíbero que se da en la mitad norte de España) es la síntesis de la tradición, la influencia mediterránea y la penetración de la cultura centroeuropea. Este arte parte de los cimientos de la cultura de Tartessos, a la que quedaron incorporadas algunas aportaciones de las culturas prehistóricas del mediodía español y en la que influyó la llegada masiva de arte orientalizante a través de los pueblos fenicio, griego y púnico. El periodo de esplendor de la civilización y el arte iberos corresponde a los siglos V, IV y III a.C.

El pueblo ibero desarrolló una arquitectura cuyas principales muestras son los santuarios y las necrópolis, y en menor medida, los núcleos de habitación. Esta arquitectura recibió la influencia de los pueblos colonizadores como fenicios, púnicos y griegos, además de la cultura de Tartessos (denominación que recibe un reino de fabulosas riquezas que, al parecer, existió en el suroeste de la península Ibérica durante la primera mitad del I milenio a.C.).

Todos los poblados iberos estaban protegidos por murallas. Las había de aparejo ciclópeo (construidas con grandes piedras sin trabajar), poligonal o de mampostería, todas ellas con dos paramentos, el interior y el exterior, con un relleno interno de piedra. Muchas de estas murallas estaban flanqueadas por torres cuadrangulares y, en algunas ocasiones, semicirculares.

Son famosas las Murallas Ciclópeas de Tarragona y Numancia, con muros de seis metros de espesor. Un ejemplo del templo ibérico es el Cerro de los Santos en Albacete. La arquitectura ibérica tiene influencia griega.

El arte ibérico mejor conocido es el de la escultura. La mayor parte de los hallazgos nos muestran una escultura ibera realizada en piedra y que ha aparecido normalmente aislada, sin relación con la arquitectura. Se trata, sobre todo, de escultura funeraria, y en menor medida, procedente de santuarios. Existe un tipo de escultura que muestra una fuerte influencia del arte griego, y cuyos mejores ejemplos son la famosa Dama de Elche, descubierta en 1897 en La Alcudia (Elche), o la Dama de Baza, hallada en 1971 en Baza (Granada). En ambos casos parece tratarse de mortales y no de diosas, y funcionarían como urnas funerarias que albergarían las cenizas en un hueco de la parte posterior. Ricamente ataviadas, han perdido prácticamente toda la policromía, y en el caso de la de Elche, incluso el trono.

La Dama de Elche (Alcudia de Elche, Alicante)

 

La Dama de Elche es una escultura ibera realizada en piedra caliza entre los siglos V y IV a. C. Se trata de un busto que representa una dama, ricamente ataviada, cuyo rostro muestra unas facciones perfectas.

Es la obra cumbre de la escultura ibérica. Se conserva en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid. Es de busto cortado a la manera helenística, con manto que cae formando zigzags al modo arcaico griego, tres collares en su pecho, dos enormes ruedas laterales como pendientes, y una especie de mantilla con peineta. La expresión de su rostro es concentrada y el modelado admirablemente fino. Se la considera del siglo III a.C. aproximadamente. Algunos especialistas consideran que el orificio que presenta en la espalda corresponde a una urna cineraria. Es de una imagen mortuoria realizada probablemente sobre una mascarilla de cera. Conserva restos de policromía y debió ser realizada por un escultor oriundo helenizado.

La Dama de Baza

 

La Dama de Baza, escultura sedente en piedra caliza que data de mediados del siglo IV a.C. ejemplo del arte ibero meridional. En la actualidad se expone en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid. Esta obra fue hallada en 1971 en la hoya de Baza (Granada). Representa una mujer sentada en un trono cuyas patas tienen forma de garras de león y una especie de alas en el respaldo de dudosa interpretación; los pies se apoyan sobre un escabel. En el lateral derecho hay una oquedad destinada, probablemente, a contener los huesos incinerados de la difunta, lo que da un carácter ritual a la imagen. Quedan restos de policromía, destacando la túnica azul con una orla ajedrezada roja y un manto similar que le cubre la cabeza. Sobre el pecho cuelgan dos collares similares a los de la Dama de Elche. En ella se aprecian vestigios estéticos del arte mediterráneo helénico y semítico, cualidad frecuente en los ejemplos escultóricos procedentes de la zona sur de la península Ibérica.

Delante de la dama había un pequeño amontonamiento de armas quemadas y otros objetos que formaban la panoplia de un guerrero. Los arqueólogos, basándose en esto, llegaron a la conclusión de que podría tratarse del enterramiento de un importante guerrero. Sin embargo, recientes estudios realizados en los restos encontrados en el interior de la Dama revelan que éstos pertenecieron a una mujer.

Las teorías que se barajan actualmente son que podría haberse tratado de una guerrera divinizada (en relación a las falcatas y otras armas encontradas en el yacimiento) o de una reina-sacerdotisa. Si bien el carácter sacro de la persona allí enterrada es más que evidente, no lo es tanto su carácter guerrero. Es posible que dichas falcatas sean simples ofrendas o demarcadores del prestigio social del que gozaba la persona allí enterrada (debido a lo costosa que era la elaboración de una de estas "espadas"), por lo que se tiende a pensar que se tratara con más probabilidad de una figura femenina de gran importancia social, como una reina o hechicera.

La Gran Dama Oferente

 

Existe otro tipo de esculturas que representan damas oferentes; entre ellas cabe destacar la Gran Dama Oferente del Cerro de los Santos (Albacete), conservada en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid.

Se trata de una figura femenina de 1,35 m de altura realizada en piedra caliza que se encontró antes de 1870 en el santuario de la cultura ibérica situado en el Cerro de los Santos, en Montealegre del Castillo (Albacete, España). En el mismo yacimiento se encontró un elevado número de exvotos y esculturas, en piedra, de hombres y mujeres en posturas oferentes. La cronología del yacimiento se entiende desde el siglo IV a.C. hasta la época romana.

Esta figura ofrece un vaso como exvoto, de contenido desconocido, y viste unos ropajes similares a los de las damas de Elche y Baza: camisa, túnica, manto y collares sobre el pecho. Al igual que en estas piezas, se percibe una tosquedad en el tratamiento escultórico, pues la figura no se despega del bloque prismático que la contiene. Toda la atención parece ir enfocada, en cambio, hacia el rostro y las manos.

Bicha de Balazote (Albacete)

 

En ese mismo yacimiento se encontró también la llamada Bicha de Balazote, una escultura que representa un toro con cabeza humana y cuernos.

La Bicha de Balazote es una escultura ibérica encontrada en el término municipal de Balazote, en la provincia de Albacete. Quienes primero la estudiaron fueron un grupo de arqueólogos franceses que la identificaron como una especie de cierva; de ahí que biche fuera su primera denominación, castellanizándose posteriormente a bicha. Ha sido datada en el siglo VI a. C. Se encuentra depositada en el Museo Arqueológico Nacional de España (situado en Madrid) desde 1910.

Muestra una clara influencia hitita en esa síntesis entre animal y hombre. Se percibe también el esfuerzo del escultor por plasmar la osamenta y los volúmenes del cuerpo, así como las barbas y los bigotes.

No está totalmente tallada, el lado derecho de la pieza no lo está, por lo que parece ser un sillar de esquina y estar pensada para adherirla a algún lugar, de manera similar a los leones de Pozo Moro. Posiblemente fuera de carácter funerario y formase parte de la decoración de un templo. Puede cumplir una función de defensa o ser una representación de la fertilidad: los griegos usaban las estatuas de toros androcéfalos como representación de los ríos, como símbolo de la fecundidad del río fertilizando los campos, y se asociaba al toro, símbolo de fecundidad. En este sentido, la Bicha de Balazote sería un símbolo de la vida que se deseaba al difunto.

El arte celta

En el norte y en el centro de la Península se desarrolló un arte más pobre, de origen centroeuropeo, con base en la primera Edad del Hierro o de Hallstatt, pero que llega a crear un estilo propio. El núcleo más rico de este arte arquitectónico es el galaico-portugués con los llamados castros celtas: pequeños poblados asentados en colinas altas, al lado de ríos, con casas circulares, con techo de paja, pegadas las unas a otras. Las casas circulares o elípticas, sin formar calles, son típicas de esta clase de arquitectura. Las paredes están hechas de piedras pequeñas y son de una perfección geométrica extraordinaria. En estos poblados se han encontrado joyas de oro. Los dos castros más famosos son el del Monte Tecla (La Guardia, en la provincia de Pontevedra, Galicia) y el de Coaña (zona occidental de Asturias). El castro celta del Monte Tecla es el mejor conservado de Galicia.

Esculturas del arte celta son las referentes a toros, como los Toros de Guisando (Ávila), con inscripciones ibéricas y latinas. Son un grupo de esculturas en piedra granítica correspondientes a la etapa tardía de la cultura céltica, siglo II a.C., ubicados en el cerro de Guisando, situado en la actual localidad española de El Tiemblo (Ávila). Estas esculturas, situadas en la meseta Central de la península Ibérica, representan animales cuadrúpedos, que han sido identificados como toros o verracos (cerdos). Aunque es desconocida su significación o finalidad, probablemente tenían la misión de proteger el ganado o los campos de influencias maléficas. También podrían ser guardianes de los monumentos funerarios y de los templos, destinados a defender estos lugares de los malos espíritus.

La decoración celta se encuentra solamente en las estelas funerarias. La escultura es pobre y tosca. Son animales de gran tamaño, pero sin gran modelación.

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